Faye Dunaway estaba nominada a los Oscar en 1977 y no quería hacer la foto habitual, con la protagonista feliz levantando la estatuilla. Le propuse fotografiar la mañana posterior, el momento en que la estrella despierta y comprende que todo ha dado un
vuelco… Le dije que, si ganaba el premio, se encontrase conmigo junto a la piscina del hotel Beverly Hills al amanecer. Faye se presentó en bata, con el Oscar en la mano. Estábamos los dos solos. Unos años después, me casé con ella. Y unos años más tarde nos divorciamos [risas]».
Hubo un tiempo en que los fotógrafos y las estrellas eran amigos y se relacionaban sin que mediasen representantes ni jefes de prensa ni estilistas. Todo era cuestión de confianza. Y Terry O’Neill sabía ganarse la confianza de las celebrities. Y más que eso. De hecho, fue pareja de Faye Dunaway (estuvieron casados cuatro años y tuvieron un hijo), Jean Shrimpton, Martha Stewart y Priscilla Presley.
«Un día de 1968, me invitaron a Miami para fotografiar a Raquel Welch en una película que rodaba con Frank Sinatra. Yo me había hecho amigo de Ava Gardner y se lo conté. Me dijo: ‘Yo me encargo de hacer las presentaciones’, y me dio una carta para Frank. Cuando llegué al set, apareció Sinatra con sus guardaespaldas y su doble, vestido igual. Disparé. Frank se plantó ante mí. ‘Señor Sinatra –dije–, Ava me ha pedido que le entregue esta carta’. La leyó y sonrió. ‘Chicos, a este tratádmelo bien. Es un amigo’. No, nunca supe qué escribió Ava».
«Peter luchaba contra sus demonios»
«Peter Sellers era un hombre muy complicado. Lo conocí muy bien a lo largo de los altibajos de su vida. Éramos buenos amigos. Peter nunca creyó de verdad en sí mismo, y eso que tenía un enorme talento. Era un dotado actor, escritor, cantante y también fotógrafo. Pero luchaba contra sus propios demonios. Con todo, pasamos grandes momentos. Aquí con Roger Moore, a quien intenta pintar las uñas de los pies. Cuando los demonios estaban bajo control, Peter era el tipo más divertido del mundo».
«Es imposible hacerle una mala foto»
«Recuerdo que estaba en una agencia de modelos y vi a esta chica, que tenía unos 19 años, sentada en la oficina. Tenía algo increíblemente especial y lo podías sentir nada más verla. Organizamos una sesión de fotos. Esta es la primera foto que hice de Kate Moss. ¡Qué chica más impresionante! Es imposible hacerle una mala foto, y por eso ha estado en primera línea desde el principio de su carrera. Trabajar con ella siempre fue una alegría; es una profesional».
«Un día será considerado tan grande como Beethoven»
«Hay pocas personas a las que me atrevo a llamar genios. Frank Sinatra fue un genio. Bowie también, claro. Y Elton John, quien, a mi modo de ver, un día será considerado tan grande como Beethoven. En 1975 no había nadie tan grande como él. Sus canciones eran número uno, llenaba estadios en el mundo entero… Cuando tuve la oportunidad de cubrir su concierto en Los Ángeles, no me lo pensé dos veces».
«Audrey detestaba el agua»
«A Audrey Hepburn le daba miedo el agua, la detestaba. Pero había que rodar esta secuencia de la película Dos en la carretera, en la que el coprotagonista, Albert Finney, la cogía en brazos y la tiraba a la piscina. Junto a las cámaras había unos socorristas prestos a acudir en su ayuda si hacía falta. La sonrisa de Audrey era tan deslumbrante como siempre, pero la procesión iba por dentro. Era una mujer fabulosa. Ya no aparecen actrices de este tipo, se rompió el molde».
Nacido en Londres en 1938, de origen humilde, Terry O’Neill comenzó a fotografiar para una aerolínea y poco después fichó por un periódico local. El primer famoso al que retrató fue Laurence Olivier. No tardaría en hacerlo en el trepidante ambiente musical británico que vio nacer a los Beatles, los Rolling, David Bowie… Aunque fue su trabajo en Hollywood el que lo hizo más popular, por su habilidad para retratar a los famosos en poses desprevenidas y relajadas. O’Neill falleció de cáncer en 2019 a los 81 años.
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