
Luego de un extendido proceso de calificación, se presentaron los resultados del Concurso Literario “El Búho”. Luego de una ardua deliberación en la categoría Poesía, el jurado calificador otorgó una Mención Honrosa al trabajo “Balada del jinete sin cabeza”. Además, otros trabajos fueron laureados con la misma distinción. Publicamos este trabajo porque es uno de los finalistas de la categoría Poesía.
El Concurso Literario El Búho llegó así a su fase final en su XI Edición. El certamen se realiza desde 2008, inicialmente convocando a los escritores de Arequipa y luego del sur del país. Luego, desde 2021, ha extendido su convocatoria a escritores de todas las regiones del Perú, con el fin de promover los nuevos valores de la literatura de manera descentralizada.
Poesía: Balada del jinete sin cabeza
Autor: Alexander Wilber Hilasaca Machaca
Love, love will tear us apart, again
Joy Division
1
La verdad estaba en la belleza
pero nadie comprendía nada
entonces, nos despedimos como la primera vez.
Tú ardías en los cielos negros de Mánchester
esos cielos de donde cayeron ángeles y demonios.
Mi madre no sabía nada de ti
ni de tus convulsiones en el escenario
o cuando te caíste de cara contra un corazón salvaje que te amaba.
En aquellos años recobramos el valor
y algo sucedió con el silencio
ya no volvió a cantar en la ciudad
ni en las calles ni en la historia.
El tiempo nos dejó una herida en el pecho
que fuimos cubriendo con palabras
y te repetía que olvides los poemas, los libros,
a Kafka y a Jean Paul Sartre.
Te empecinaste a poner tu rostro en cada piedra
yo solo quería trazar un camino en tus ojos
pero tenías razón cuando dijiste que el amor lo separa todo.
Aun así, te casaste en aquella casa donde nació
un animal inconcebible
y ella perdió el control porque estaba muy chica para hacer estupideces
porque detrás de las mañanas
tú me mirabas sobresaltado igual que un cuchillo aterrado.
Tu canto se alimenta de la lluvia, te dije.
El susurro de los cardos
se despedían dejando largas frases junto a mi sombra,
entonces, recordé tus poemas que habías escrito con tu sangre
estaban siempre conmigo, dentro de mi piel y de mis huesos
estaba tu voz, tu cuerpo como un arco iris
sujetado a una cuerda.
Tu amor era un pájaro que aprendió a volar
en prisiones subterráneas,
un pájaro lleno de espíritu que sangraba
cuando cantaba entre los pinos
así era tu amor que alimentaba los caminos.
Tú danzabas en la decadencia de los tiempos
rechazando las normas y yo me acordé de ti,
de tus pasos epilépticos y de tu ansiedad
mientras los chicos vestían polos negros
donde estaba estampado tu rostro culpable, me acordé de ti.
Tú repetías: Yo soy Ian Curtis
tengo 23 años, nací entre geranios y fantasmas.
Padecí de epilepsia.
Amé la condena,
los cuervos,
los salmos de la biblia,
la música y el mar.
Lloraron los niños aquella noche
por el poeta que escribía
en las costas solitarias de la vida
versos que despertaban el alba,
versos que resucitaban a las flores muertas.
Tu madre me abrazó y me entregó
tus discos una tarde cuando yo me encontré
solo en los campanarios buscando en los días
los clavos oxidados de la belleza.
Así emergió la historia
bajo los pasos de un solo hombre
que ató una cuerda a su cuello
para que el mundo arda en belleza.
2
Yo he visto romperse una lágrima
en el aire. Alrededor de su imagen
los gatos lamian las heridas
y lanzaban plegarias
para estar contigo, pequeña, lágrima.
Esta tumba que está hecho con los huesos
del tiempo y, la piel de los lirios
es más habitable.
He aquí el mayor árbol
donde brota la raíz
más salvaje.
3
Recuerdo que mordía tus senos
con una furia endulzada
hasta desprenderme de mis dioses
y de mis palabras.
Era el llanto, recuerdo, espina
que se erizaba en el tacto
emergiendo de tu pecho.
Como si fuera un tigre
el mar fue desgarrando
trozos de mi carne y el amor
se fue secando como un cerezo.
Más tarde, en el umbral,
muy cerca del patio de la casa,
junto a ti, yo he bebido de tus senos
para existir.
4
En ciertas manos
que tocan el exilio,
en los árboles donde todavía hay hojas
que a menudo contemplo,
en la profundidad de la belleza
más allá del descanso
yo solo quiero arder
en el olvido.
5
La herida es la única palabra
con que se conjuga la tristeza
y la soledad.
A veces camino
recogiendo mis pedazos
por calles lejanas.
Si pudiera escribir
en la voracidad del viento
para que haya por lo menos
pájaros que vuelen en la luz
la ilusión seguiría empujándome
a recorrer las sombras,
pero la vida solo es una herida
que llevo en rostro.
6
Mi cabeza cae como la primera palabra
con toda la furia de los resentidos
destruye los huesos livianos de las aves
y rueda por el papel
hasta hacerse sangre.
Mientras el aíre muere
junto a mi cuerpo
la verdad se hace irremediable
en la boca de los amantes
y solo digo una cosa:
no basta con arrancarse el corazón
para empezar a amar.
7
En esta tierra cambiante y vagabunda
donde Dios envejeció y ahora es solo
un árbol que arde en la memoria del animal,
las aves lloran sangre y los perros no ladran,
sino aúllan de tristeza. Las flores dejan caer sus pétalos
en las garras del viento. Cada piedra jadea de dolor
y el sol nos arroja un manto de candela.
Arde el paisaje,
arde la vida.
Y yo llevo un tajo en el pecho igual que un poema
estoy en este mundo profundamente espantado.
8
Durante treinta años
viví en una casa
que nunca llegó a completarse.
Quería que el río fuera mi madre
para que me arrastre por lugares
que nunca conocí.
Pero estoy aquí
en este paisaje que el viento desquiciado
ha mordido con los dientes
con mi alma que se esconde en las cenizas.
Allí estoy invocando un cuerpo
para poner mi corazón.
9
Todavía hay flores en los campos,
pongo en ellas mis huesos.
Cuando el viento arrastre en su furia
cada flor, mi corazón solo será una roca pensativa.
Así es la esperanza:
una luz angosta
que asfixia la tarde
y funda el dolor de significados.
Así estoy solo:
sin visión y desfigurado
girando sin descanso
en mi propia oscuridad.
10
Ahora el cuerpo ha tomado la forma del silencio
cada hueso se va con la tarde, con la edad del agua.
Queda el rostro en el espejo,
las letras del sueño que arden en la hoguera.
Después de todo el amor
tiene una trayectoria.
Así está bien:
que los hombres lo den todo por perdido.
También el olvido se ha perdido
en la fragua de la aurora.
En palabras que arroja el viento
está la quietud del ser,
la orilla del recuerdo
donde el árbol
sostiene mi tiempo.
11
Mi madre era una mujer hermosa
que en su oscuridad
parió un campo de mostazas
y
en sus linderos estaban acuñados los besos
soñolientos de mis hermanos
también
las promesas de los dioses.
Su corazón ignorado
brotaba coma la raíz de un árbol cansado
por toda la tierra,
por cada pensamiento,
se abrió en el océano, en los reinos
y llegó hasta mí
completo y puro
a cubrir el hueco que había en mi pecho.
Mi cuerpo tan vacío
sin ternura ni violencia
solo guardé incendios y ostias
en todos los años
en que te miré con los ojos de los niños muertos
miré la luz agonizar
en ese alfabeto de lenguas
donde senté mi mirada
y esperé a mi madre.
12
Ahora el fuego es mi ser
y ardo junto a la oración
con la poca ternura de mis ojos
como un libro sin hojas
solo aspiro caer
a tus muslos
para encender las sombras
que habita los sueños.
14
El agua limpia donde veo mi rostro
no posee memoria
como los espejos de mi madre
que olvidaron sus arrugas
y el deslumbramiento blanco de su cabellera.
No sé dónde brilla mi nombre
en que nubes avanza la mentira
y quiero recordar mi niñez
llamando a los vidrios rotos
donde volqué mi risa
y quiero recobrar el vinagre,
la firmeza, la agonía, el goce
y la criatura que nació de mi cuerpo.
Porque lo que se engendra
regresa a la morada
a untar la pena de los ojos.
Ahora mi rostro se refleja en la luna
donde Polifemo puso la mirada y comprendió
que no es malo tener un solo ojo
para contemplar la muerte.
15
La soledad empieza con el roce de los labios
por eso, tantos hombres mueren de pena
o enloquecen al intentar olvidar
lo que han vivido,
pero no es posible la salvación.
Yo había cabalgado desde bosques azules
hasta dorados paisajes
buscando, quizás solo
un cálido tallo para poner mi cabeza.
Bajo la luz de la luna llena
mi corazón era hermoso
y era joven como las flores
que palpitaban en la lluvia.
Hace tiempo que intento olvidar
las tempestades de tu cuerpo
sin embargo, la memoria
es un incendio que me envuelve
los músculos y me lanza contra la noche.
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