Detrás de toda gran tendencia siempre hay una pista que nos conduce al porqué de su aparición en un determinado momento de la historia. En este caso, el mermaidcore pone en foco la iconografía marina, y trae a la superficie toda la flora y fauna que habita en el lecho marino, un lugar azul y oscuro, pero, aun así, lleno de vida. Es innegable que estamos viviendo tiempos inciertos: una pandemia, una guerra y la crisis climática pusieron en jaque ideas, pensamientos, formas de hacer, de vestirnos, de trabajar y de relacionarnos. Estos cambios de paradigmas nos obligan a vivir en un mundo sin mucha claridad a futuro; puede que en este contexto el instinto nos obligue a buscar refugio en aguas profundas, donde hay quietud, pero también una fuerza nueva y distinta, que puede ser la clave para encontrar una manera de adaptarnos. Tal vez este mundo subacuático sea una forma de escapismo; nos permite huir a un lugar donde reina la calma y los problemas no existen.
El mermaidcore es, por otro lado, un recordatorio de que cada vez somos más los que luchamos y nos interesamos por la preservación y sostenibilidad de la naturaleza y los océanos, y de un planeta que parece pedir a gritos, mediante sequías y temperaturas extremas, que algo cambie. La agenda, que en los últimos años puso la ecología en primer plano, es, sin dudas, algo que también ayudó a impulsar esta tendencia e hizo no solo que copara la industria de la moda, sino que también se extendiera a otros consumos culturales.