El cantante Ricky Martin brindó su primera entrevista desde su divorcio con el artista plástico, Jwan Yosef, con quien comparte dos hijos; Lucía (4) y Renn (3). El boricua rompió el silencio para Telemundo Puerto Rico, donde declaró cómo es el trato con su exmarido y si tiene planes de volver a una relación amorosa.
“Jwan y yo siempre seremos familia, tenemos dos hijos que vamos a criar juntos y esto no es de ahora, nosotros hemos estado planificando esta situación desde hace mucho tiempo, esto es prepandémico, de manera responsable”, dijo el boricua.
El cantante de “Livin’ la Vida Loca” indicó que el divorcio fue una decisión que tomaron tiempo atrás. “Cuando el público se enteró de que nos estábamos divorciando, ya nosotros habíamos pasado por un proceso de luto bastante sólido y estábamos firmes de que esto era lo que tenía que pasar por su bien, por mi bien y por nuestros hijos, estamos mejor que nunca”, agregó.
El intérprete de 51 años confesó que sus hijos no entendieron el motivo de la separación, pues el par jamás mostró alguna crisis frente a los niños: “Cuando les dijimos fue: ‘¿Papá tú estás bien? ¿Estás feliz? ¿Esta es la decisión? No lo hagas por nosotros, nosotros estamos bien’”.
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“Yo la quiero pasar bien, vamos con calma, pero yo si me veo en otra relación, no estoy hablando de un futuro cercano, pero a mí me encanta estar enamorado, a mí me gusta estar en pareja, a mí me gusta levantarme por las mañanas y recibir el beso matutino, el desayuno, las risas, la complicidad”, contó Martin.
Fue Ricky Martin quien presentó la solicitud de divorcio ante el Tribunal Superior de California el pasado miércoles 5 de julio por “diferencias irreconciliables”. Con respecto a los dos hijos que comparten, aguardan mantener la custodia física y legal conjunta de sus dos pequeños.
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Las quinielas por el próximo premio Nobel de Literatura ya circulan entre los lectores de todo el mundo y, como es sabido, en algunas casas de apuestas como Betsson y NicerOdds. Los bibliófilos aguardan con ansias el anuncio que confirme, o no, si su autor favorito es merecedor del galardón más importante del mundo de las letras.
Será el próximo 5 de octubre cuando finalmente la academia sueca declare al vencedor de este año. Pero como es habitual, hay escritores que son los grandes favoritos, ya sea por su popularidad o por la calidad artística de sus libros.
Como preámbulo al anuncio te enlistamos a los siete escritores más sonados para ganar el premio Nobel de Literatura 2023.
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1. Mircea Cărtărescu (Rumania).
El estilo literario de Mircea Cărtărescu se caracteriza por su lirismo, narrativa experimental, exploración de la psicología humana y prosa descriptiva. Sus obras fusionan poesía y prosa, desafiando convenciones narrativas con estructuras no lineales y elementos surrealistas. Explora temas como la infancia, la memoria, la identidad y la fantasía, creando personajes complejos que indagan en la psicología humana. Su prosa detallada y descriptiva crea mundos ricos y sensoriales, ofreciendo una experiencia de lectura única y enriquecedora.
El escritor se ha popularizado entre los lectores de habla hispana gracias al excelente trabajo de traducción edición que editorial Impedimenta ha hecho a sus libros.
Obra recomendada: Nostalgía. Un libro de cuentos que contienen las mejores virtudes del escritor y que en lo individual son un enorme despliegue imaginativo.
2. Margaret Atwood (Canadá)
La autora de la famosa novela “El cuento de la criada”se distingue por su versatilidad, profundidad temática y narración magistral. A través de narrativas distópicas y la exploración de temas feministas, crea mundos vívidos que reflejan y critican la sociedad. Su prosa poética y lenguaje evocador generan imágenes potentes, mientras que la complejidad narrativa, con narradores poco fiables y estructuras no lineales, profundiza en la psicología de los personajes. Atwood aborda una variedad de géneros, desde ciencia ficción hasta poesía, y sus historias incorporan elementos de misterio e intriga. Su enfoque en temas universales y contemporáneos la ha convertido en una autora influyente en la literatura moderna.
Obra recomendada: Alias Grace. Una novela que sin ser distópica aborda las distintas y muchas violencias que han sufrido las mujeres.
3. Haruki Murakami (Japón)
El eterno candidato y favorito de la mayoría.
El estilo literario de Haruki Murakami se caracteriza por su fusión única de realismo mágico y elementos surrealistas en narrativas contemporáneas. Sus obras a menudo presentan personajes solitarios inmersos en mundos cotidianos que de repente se vuelven extraños y misteriosos. Utiliza una prosa sencilla pero evocadora que explora temas recurrentes como la soledad, la nostalgia, la música y los gatos. Murakami es conocido por sus extensas descripciones detalladas y su capacidad para crear atmósferas envolventes. Su estilo atrae a lectores con una sensibilidad a lo onírico y lo introspectivo, y sus novelas desafían las convenciones literarias convencionales al abrazar lo inexplicable y lo metafísico.
Obra recomendada: Tokio blues. Una historia que explora el amor, pérdida y la búsqueda de identidad personal en los jovenes de japón en medio de una ciudad melancólica.
4. Can Xue (China)
La autora, cuyo nombre real es Deng Xiaohua, es reconocida por su trabajo inmersivo y desafiante, u prosa experimental y narrativas surrealistas. Sus obras, como “El Lago” y “América”, exploran la psicología humana a través de paisajes oníricos y personajes enigmáticos. Can Xue emplea metáforas poderosas y simbolismo profundo para crear una sensación de desconcierto y maravilla. Su estilo cuestiona las convenciones narrativas, desafiando al lector a explorar la complejidad de la experiencia humana. Su escritura abraza la ambigüedad y la multiplicidad de significados, invitando a la reflexión profunda sobre la vida, la realidad y la percepción.
Obra recomendada: El lago. Obra surrealista que sumerge a los lectores en un mundo enigmático, explorando la complejidad humana a través de narrativas misteriosas y simbolismo profundo.
5. Salman Rushdie (británico-estadounidense de origen indio)
Su trabajo literario es una amalgama de historia, mitología y política. Sus obras, como “Los versos satánicos” y “Hijos de la medianoche”, se caracterizan por su prosa rica y densa, que a menudo mezcla lo fantástico con lo histórico y lo cultural. Rushdie tiende a crear personajes complejos que reflejan las complejidades de la identidad y la diáspora. Además, aborda temas como la religión, el exilio y la colonización de manera provocadora. Su estilo desafía las normas literarias, fusionando lo épico con lo contemporáneo, y su narrativa audaz y multilayered invita a la reflexión profunda sobre la condición humana y la historia global.
Obra recomendada: Los versos satánicos. Narra la odisea de dos amigos, Salim y Gibreel, que sobreviven a un accidente aéreo y enfrentan transformaciones sobrenaturales mientras exploran identidad, fe y exilio.
6. Anne Carson (Canadá)
Esta poeta, ensayista y traductora es conocida por fusionar géneros y lenguajes. Su escritura a menudo se caracteriza por su erudición, creatividad y profunda exploración de temas personales y filosóficos. Carson emplea formas poéticas no convencionales, como el verso libre y la prosa, yuxtapuestos con referencias clásicas. Su estilo es intelectualmente desafiante, mezclando mitología, literatura clásica y teoría crítica. Además, utiliza viñetas, diálogos y collages de texto para crear obras literarias únicas y profundamente reflexivas que cuestionan la narrativa tradicional y la percepción de la realidad.
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Obra recomendada: Eros dulce y amargo. Una colección de poemas que explora la dualidad de las emociones humanas a través de una prosa lírica y reflexiva.
7. Jon Fosse (Noruega)
Autor reconocido por su minimalismo profundamente introspectivo, su prosa lírica y repetitiva, que crea una sensación hipnótica. Sus obras, como “Melancolía I” y “Melancolía II”, exploran la cotidianidad y la vida interior de personajes en situaciones aparentemente simples pero llenas de significado. Fosse usa la repetición y la pausa para enfatizar la monotonía de la existencia y la búsqueda de sentido. Su estilo evoca emociones y estados de ánimo en lugar de enfocarse en la trama, invitando a los lectores a una contemplación profunda sobre la soledad, la mortalidad y la condición humana.
Obra recomendada: La noche canta sus canciones y otras obras teatrales. Es una colección que revela su maestría en explorar lo cotidiano, lo íntimo y lo existencial a través de diálogos poéticos y minimalistas.
Otros escritores
También hay escritores de renombre que suenan año con año para ganar el Premio Nobel de Literatura. El caso de Stephen King o Neil Gaiman son ejemplos de esto, pero en latinoamerica autores como Raúl Zurita y César Aira son los favoritos. La escritora irlandesa Maggie O’Farrel ha crecido en las apuestas rapidamente.
Es imposible adelantarse al anuncio oficial de quién ganará el Nobel, especialmente porque los últimos cinco años, debido a los numerosos escandalos al interior, la Academia Sueca ha soprendido a los lectores del mundo premiando a escritores muy poco conocidos.
Una tarde tórrida del final del verano de 1987 vi aparcar en la puerta del periódico que yo dirigía el Seat 127 de Manolita Osorio Blas (1912-2006), la esposa del ilustre historiador y escritor laujareño Florentino Castañeda y Muñoz (1905-1995). Como un resorte, ambos se bajaron del coche y, a pesar de la solanera, cruzaron la calle y entraron en la redacción portando su colaboración semanal. Dos folios tecleados en máquina de escribir que entregó contrariado. Jamás había visto tan enfadado al investigador que, siempre, era modélico en los buenos modales. Pero como era mi amigo, se desahogó: “Un ignorante me ha echado en cara que en Almería no hay poetas. Se va a enterar…” Y conforme se marchaba sentenció: “Voy a escribir un libro con todos los poetas de nuestra tierra. Desde antiguo”.
Durante años, Castañeda recopiló, resumió y escribió en su casa de la Puerta del Mar las hazañas de decenas de autores de la provincia. La muerte le sorprendió cuando terminaba la obra y fue su viuda quien la editó en 1998 a título póstumo. Un sorprendente y maravilloso libro de 684 páginas, que callaba al necio que lo enfureció, con la biografía de 138 escritores locales. Y no podía llamarse de otra forma: “Tierra de poetas”. Efectivamente, Almería siempre ha dado poetas. Muchos, pobres y modestos; pero poetas, al fin y al cabo.
El gremio de los impresores flexibilizó los pagos y permitió que modestos escritores abonaran sus obras “como pudieran”
Poetas sin subvención
A mediados de los ochenta nació la tertulia poética “El Aljibe” y el 21 de junio de 1985 el grupo literario “Alcaen”. Ambos giraban en torno al mundo de los versos y los sonetos. Pura López Cortés (1952-2019), José Ángel Gómez, Vicenta Fernández Martín (1956), Luis Villar, Ana María Romero Yebra (1945), Manuel Peral, José Diego García Guirao, Antonio Núñez Ferrón o Francisco Domene eran algunos de los miembros de “Alcaen”. Incluso sacaron un librito conjunto sobre Francisco Villaespesa y otro titulado “Sobrevivir. Poetas la paz”. Aquella edición, pagada sin subvención oficial, confirmó la tendencia que se había iniciado en Almería a mediados de los setenta: “la autoedición poética”. Es decir; el propio autor de los poemas pagaba los gastos de impresión, edición y distribución. Aunque, ciertamente, el objetivo no era ganar dinero sino difundir la obra, aunque fuese vendiéndola en mesitas plegables de playa por las esquinas de las calles y tener la suerte de ver, un día, una referencia en el periódico.
Hace medio siglo, publicar un libro de poesía en la provincia era complicadísimo. O te lo imprimía el filantrópico Monte de Piedad y Caja de Ahorros de Almería, -claro, si eras de su cuerda- o tenías que amoldarte a las exigencias de un cura empresario o de un editor venido del régimen franquista. Por eso, muchos autores humildes, para llevar al papel sus creaciones literarias, recurrieron a la financiación con sus ahorros o a préstamos bancarios al 18 %. Y en esa función de autoedición de la cultura almeriense, los dueños de los talleres tipográficos de la época tuvieron un papel decisivo. Pepe Bretones Gómez (1934-1999), Rogelio Úbeda Galera (1931-2003), Gabriel Cruz Garcés, Joaquín Molina y Eduardo García, en “Orihuela”, Elías Martínez, Julio Matarín Rodríguez, Juan Estrella Elena, Juan Lázaro Carreño, Carmelo Ortiz Góngora, Juan Antonio Márquez Cruz, Félix Moreno Valero (1948-1990) … Todos ellos, y muchos más, sacaban de sus pequeñas imprentas obras poéticas de cien o doscientos ejemplares, cuyos autores pagaban como podían, si es que podían. Sin estos tipógrafos, poco o nada existiría hoy de la poesía urbana almeriense de los 70, 80 y parte de los 90 en las bibliotecas. Y, seguro, que el libro de Florentino Castañeda habría tenido bastantes menos páginas.
Las mujeres poetisas de “Fémina Urci”
En 1976, un grupo de poetisas se agrupó bajo el pseudónimo de “Fémina Urci” y publicó “Lira”, un libro absolutamente almeriense y feminista que chocaba con la realidad social de hace 47 años. La obra tendría que haber salido en 1975, coincidiendo con el “Año Internacional de la Mujer”, pero como se expresa en el prólogo “…el eterno feminismo es llegar, siempre, con un poco de retraso”. Los versos driblaron a una feroz censura a pesar de que en la contraportada se atrevieron a publicar un dibujo de Eva María Orozco consistente en un indalo vestido de mujer, con tacones, falda y pecho. Detrás de “Fémina Urci” estaban, entre otras, Adelaida Romero, Elodia Campra, Carmen Morales Joaquina Rodríguez o Isabel Ferry. Incluso había poemas de dos autoras ya fallecidas: Eloísa Romero Fornovi (+1955) y Ventura Ledesma Uruburu (+1968).
En 1976, un grupo de poetisas se unió bajo el pseudónimo de “Fémina Urci” y publicó un libro almeriense, reivindicativo y feminista
Poetas urbanos
Manuel Tolosa Linares (1922-1979), en 1975, se arriesgó con una edición de más de cien páginas de poemas titulados “Lirios junto al mar”; Manuel Palma Iglesias editó hace 31 años “Democatarsis”; Paco Urrutia (1943-2015) “Gotas de rocío”, en 1982; Paquita Piedra “Aroma de paz”; Emilia Sánchez Ramos “Cuando el amor nace”; José García Gallego “Los caminos del sol”; Victoria Cuenca Gñecco, “Adiós Granada”; el indaliano José Andrés Díaz (1917-2003) “A corazón abierto” o Pura López Cortés (1952), “Égloba urbana” y “Huellas de mi eco” amén de otros 14 títulos. Eran auténticos poetas urbanos.
Una de las habituales en las imprentas era Carmen García Mora, cuya preocupación cotidiana era la trascendencia de la nimiedad de las cosas. Suyos son “La senda de los espejos”, “El viejo sonido de la caracola” y “Tiempo de cristal”. José del Pino López y Carmen Fernández Lamas trataban a fondo la poesía religiosa. El primero en “Palomas y Olivos” y “Grandeza de la fe” y ella con “La promesa” y “Rumbo hacia Dios”. El desamor y el caciquismo eran los argumentos de José Francisco Molero Castilla en “En Pulpí yo te ví”, “Voy a matar a mis padres” y “Voy a cortarme las barbas para que no te asustes”. Por su parte, Antonio Blanco Caparrós sacó en 1979 el libro de poemas “Suspiros del Alma”; Antonio Jesús Soler Cano (1946-1990), -alma libre de Antas-, publicó “Para cruzar el laberinto”, “Labios de azul” y “Perfil de silencios” mientras que Carlos F. Moreno tituló los suyos “Anforas rotas”, “Memorar” y “Soliloquio sobre el amor”. Filo Lara Velasco llamó sus libros poéticos “Arena Blanca” y “Para ti”; Jerónimo Berbel, “Flores de almendro” y Ángeles Torrecillas Sánchez, “Sentimientos”.
Antonio Morón Sabio fue uno de los poetas más prolíficos. Desde 1982, y durante una década, llegó a publicar nueve pequeñas obras de poesía: “Condena de obscuridad”, “Desde la tierra que no me vió nacer”, “El camino de La Alpujarra”, “El sendero de los lirios”, “Entre sonetos y liras”, “La chica del sol vecino”, “Lo que nunca quise decir”, “Por culpa de la mala educación” y “Rimas rústicas”.
Al igual que Morón, otro poeta abonado a la autoedición fue Alfonso López Martínez (1932-2001). El autor, mientras pastoreaba con sus chotos en el Barranco de El Caballar, tuvo tiempo para aprender a leer y a escribir; luego se dedicó, desde 1973, a publicar un libro de poesías por año y a fundar la tertulia literaria “El Aljibe”. Constan, al menos, veinte títulos suyos como “Los pájaros del sueño”, “Almería, peteneras y tarantos”, “Amarradores del tiempo y de la sangre”, “Cancionero”, “Canciones del alma”, “Canto al pueblo de Laroles”, “Cartas a Dolora desde mi estancia”, “Con tu voz y mi acento”, “Cosas de la tierra”, “Doloras a mi Dolora”, “Estrofas bucólicas”, “Romance al pueblo de Válor”, “Romance del amante herido” o “Temas flamencos”. Además, en 1986, se atrevió con recopilar la vida del bandolero “Pasos Largos”. Los grupos de folk “Engarpe” de Berja y “Cal y Canto” interpretaron algunos de sus versos, al igual que Carmelo Larrea (1907-1980).
Los mencionados son una pequeñísima muestra de aquella Almería poeta, setentera y ochentera. Sin duda, la autoedición y la generosa paciencia de los impresores hicieron posible que éstos y otros almerienses experimentaran la satisfacción de ofrecer a los lectores sus creaciones literarias. Como la magna obra póstuma de Florentino Castañeda nacida de una irritación veraniega.
Características de los tímidos es la misantropía, lo que incluye, de suyo, la misoginia, y, como secuela, un “orgullo fuerte”, que Alfonso Guerra distingue de la soberbia y compatibiliza con la modestia, según le dijo al gran periodista Víctor Márquez Reviriego, siendo ya factótum secretario de Organización del PSOE y poco antes del éxito electoral arrollador en octubre de 1982 y convertirse en vicepresidente del gobierno (La otra vida (beata) de un diputado. Conversación con Alfonso Guerra, Triunfo, 1 de julio de 1982).
También característico de los tímidos inteligentes es la repentización ingeniosa y la lengua afilada que desarma al interlocutor. Y qué mejor campo de Agramante en el que exhibir dichas habilidades que la vida política y parlamentaria. Son legendarias sus invectivas contra Adolfo Suárez: “Tahúr del Mississippi con chaleco florido”, le llamó, aunque Guerra niega haberlo dicho, así como que “Montesquieu ha muerto”, que tan estériles como indocumentadas polémicas despertó en la prensa.
Pero sí dijo, sin duda, que “si el caballo de Pavía entrara en el Parlamento, Suárez se subiría a su grupa”, que se la tuvo que envainar el 23-F de 1981, cuando aquel caballo disfrazado de guardia civil, Tejero, entró en el Congreso de los Diputados pistola en mano y el presidente Suárez y el general Gutiérrez Mellado, su vicepresidente, fueron los únicos que se enfrentaron bravamente a los golpistas. Y otras que no retiró fueron, por ejemplo, las siguientes: “El famoso ‘Naranjito’ (horrible mascota del Mundial de Fútbol de España 82) tiene un cierto parecido a don Iñigo Cavero” (diputado democratacristiano de UCD). Guerra también emuló al franquista presidente Carrero tildando a los periodistas de “perros de la prensa”. González prefería el historicista “goebbelsianos” mientras que Ludolfo Paramio, teórico como era del socialismo del año 2000, cuando creían que iban a llegar a esa fecha en el poder, utilizó el más sencillo y directo “hijos de puta”.
Pero, como buen misántropo, la mujer era el blanco preferido de sus dicterios y lo han acompañado a lo largo de su vida, a pesar de sus protestas sobre cuánto le gustan las mujeres y lo partidario que es del feminismo si significa la revolución de la mujer. Y si en una época fueron políticamente celebrados, el progreso del tiempo y las circunstancias los han esclerotizado progresivamente hasta llegar a la reciente casposa torpeza de minusvalorar con resabios machistas a la líder de Sumar, la vicepresidenta Yolanda Díaz. “¿La vicepresidenta criticando falta de rigor político y jurídico, ella? Le habrá dado tiempo entre una peluquería y otra a tener un ratito para estudiar”, dijo en una entrevista en Antena 3.
Díaz había calificado de incoherentes y faltas de rigor las ásperas críticas de Felipe González a la amnistía de los separatistas del procés. Tras el desprecio, la descalificación absoluta: “Es la verdad, es una mujer que no tiene esencia”. No era la primera vez que la desprestigiaba. En 2022 dijo de ella que era un bluf. Quizá sea, como opinábamos del caso Rubiales, la enraizada educación franquista de nuestra infancia: viene a cuento recordar la imposición del dictador Franco a su escultor de cabecera, Juan de Ávalos, de que fueran masculinas las figuras de las virtudes cardinales –prudencia, justicia, fortaleza y templanza–, que Ávalos pretendía femeninas: debían ser hombres ya que las mujeres no encarnan dichas virtudes.
Por una u otra cosa, de Soledad Becerril, que fue ministra de Cultura con UCD, dijo que “parece Carlos II vestida de Mariquita Pérez” e, ignorando sus sobradas valía y preparación, que su dedicación a la política era “un entretenimiento en una vida acomodada y aburrida de señorita desocupada” y que “debe de tener llaga en los labios de tanto chupar del bote” –y no, como pretende con intencionada anfibología la periodista Emilia Landaluce en El Mundo: “Dijo que tenía usted ”yagas [sic] en la boca de tanto chupar“… Eso el feminismo de hoy no lo vería demasiado bien” (La extrema derecha parece llevar en los genes esa obsesión: la hoy presidenta de las Cortes de Aragón, Marta Fernández (Vox), hizo gala de su innoble lengua cuando dijo de la ministra de Igualdad, Irene Montero que “sólo sabe arrodillarse para medrar”)–.
De las gracias de Guerra no se escapó la que fue primera ministra británica Margaret Thatcher, apodada la Dama de Hierro, quien no usaba “desodorante sino Tres en Uno”, el conocido lubricante para metales. Ni siquiera su compañera de partido, la malograda Carme Chacón, se libró de su proa cuando quiso competir con Alfredo Pérez Rubalcaba por la Secretaría General del PSOE y la candidatura a la Presidencia del Gobierno.
Cuando la que fue ministra de Defensa con Rodríguez Zapatero este dijo que era “una obviedad que España está preparada para tener una presidenta del Gobierno y también para que ésta sea catalana”. Guerra, en apoyo del viejo aparato socialista, le contestó que “lo que hace falta es que los líderes estén preparados”, lo que presuponía su falta de preparación, y, que, además, la pertenencia de Chacón al PSC era “un elemento que distorsionará a muchos militantes”. El secretario general del PSOE extremeño, Guillermo Fernández Vara, tuvo que recordarle que el PSC “es la cara del PSOE en Catalunya”, tanto “ahora que las cosas van mal” como cuando “las cosas iban bien”, y que un miembro del PSC como Josep Borrell ya había sido elegido en unas primarias federales como candidato socialista a la Presidencia del Gobierno.
Y, en esa línea, cabe calificar de homófobo cuando llamó “mariposón” al candidato del Partido Popular a la presidencia del Gobierno, Mariano Rajoy, que si eludió a la justicia, donde lo llevaron las Nuevas Generaciones del PP, fue gracias a la primera acepción del DRAE –“Hombre inconstante en amores, o que galantea a diversas mujeres”–, la opinión pública consideró que el vicepresidente se refirió a la segunda acepción –“Hombre afeminado u homosexual”–: por ejemplo, el desaparecido mensual Zero, revista puntera de las reivindicaciones homosexuales, sacó a Rajoy en portada en la precampaña de las elecciones generales de marzo de 2004, con el título: “¿Podría sacarse del armario a un presidente del gobierno?”.
Como tiene tufo homófobo su comentario sobre el ‘piquito’ perpetrado por Rubiales, que calificó de “exageración”: “Si le hubiera dado un beso al seleccionador no hubiera habido escándalo, incluso muchos hubieran aplaudido”.
Vendrán más años malos
Los versos de Rafael Sánchez Ferlosio “Vendrán más años malos y nos harán más ciegos, Vendrán más años malos/ y nos harán más ciegos;/ vendrán más años ciegos/ y nos harán más malos.// Vendrán más años tristes/ y nos harán más fríos/ y nos harán más secos/ y nos harán más torvos”, escritos en 1993, en plena decadencia de los gobiernos de González, tienen cierto carácter profético, no porque Guerra haya desembocado en una misoginia sino porque ha acentuado sus características existentes, abocándolas a la caricatura.
Y no sólo por sus críticas al “cesarismo” del PSOE actual y los cambios de opinión de su secretario general, en lo que coincide con las opiniones de Felipe González, en lo que ambos fueron maestros en su época dirigente, sino en todas las decisiones del partido que supongan innovación. Por ejemplo, tras la derrota electoral de 2011, dijo que “esto de jovencitos al poder y las mujeres primero no es una buena técnica”. Y siendo Bibiana Aído primera ministra de Igualdad, ministerio creado en 2008 por José Luis Rodríguez Zapatero para impulsar las políticas de igualdad recogidas en las leyes para la Igualdad e Integral contra la Violencia sobre la Mujer, Guerra no dudó en alinearse con algunos eslóganes de los negacionistas de la violencia de género: “Una mujer que sea maltratada por su marido es un drama terrible y al marido hay que condenarlo con todas la de la ley, pero pasar de ahí a que una mujer que diga ‘yo soy una maltratada’, todo el mundo a arrodillarse, oiga, pues no”.
Pues otra piedra de escándalo para Alfonso Guerra fue dicha Ley Orgánica de Medidas de Protección Integral contra la Violencia de Género, primera ley aprobada por el gobierno Zapatero en diciembre de 2001, que había visto rechazada su Proposición de Ley Orgánica Integral contra la violencia de género por el segundo mandato de Aznar al frente del gobierno del PP, tres años antes. A pesar de ser apoyada por todos los grupos, tanto en el Congreso como en el Senado, se elevaron 200 recursos al Tribunal Constitucional, que cuestionaban, especialmente, la modificación del artículo 153.1 del Código Penal, que elevaba las penas para el varón sea el agresor si la víctima era mujer, con el argumento de que violaba el mandato constitucional de la igualdad de los españoles ante la ley. Guerra puso el grito en el cielo y, más tarde, en 2019, no dudó en acusar veladamente, o no tanto, de prevaricación –dictar a sabiendas una resolución injusta– al entonces presidente del Tribunal Constitucional, Juan José González Rivas, pues, tras haberle asegurado que la modificación era a todas luces inconstitucional, el alto tribunal aprobó por mayoría la constitucionalidad de la norma. Según Guerra, la explicación de González Rivas fue: “¿Tú sabes la presión que teníamos? ¿Cómo podíamos soportar esa presión?”
De todas formas, la fiscal Susana Gisbert puso los puntos sobre las íes en un análisis de título contundente, “Desmontando el mito de la asimetría penal en violencia de género”, donde, tras puntualizar que “hay otros delitos en que la condición de autor agrava el hecho, como ocurre con los delitos cometidos por funcionario públicos, y otros donde es la cualidad de la víctima la que lo hace más reprochable, como el delito de atentado”, llega “a la misma conclusión que en tantas ocasiones ha llegado el Tribunal Constitucional: que la legislación en esta materia no conculca nuestra norma suprema”.
Hay quienes han aludido a sus circunstancias personales y familiares para desmontar al propio Guerra. Jorge Semprún, que mantuvo una relación agria con él durante su etapa como ministro de Cultura (1988-1991) es inclemente en su libro Federico Sánchez se despide de ustedes, donde lo acusa de “suficiencia, megalomanía, intelectualismo ‘kitsch’, donjuanismo andaluz de la más vulgar especie (¡aquellas páginas consagradas a describir sus noches dedicadas a hacer el amor y a escuchar a Mahler!)”, que revelaban su “fragilidad esencial, una exageración infantil, una falta evidente de madurez psíquica, en todo caso” y “se traduce en el hecho de que Guerra habrá sido un hombre de resentimiento: sin duda es su manera de imaginarse, con escapismo infantil, ser de izquierdas”.
Con más humor, lo juzgaba el escritor y crítico musical Diego A. Manrique. “Alfonso Guerra tenía un punto: su esencia íntima de pícaro sevillano. De repente, contra toda la evidencia, te juraba que jamás quiso ser político: «prefería la docencia». Según se calentaba, ay, se atribuía todo, desde el nacimiento del rock andaluz a la caída del muro de Berlín”, escribió.
La vicepresidenta segunda del Gobierno, Yolanda Díaz, ha sido más sobria en su defensa ante los ataques machistas de Guerra: “He de decir que en las sociedades del siglo XXI, en la presidencia en la que nos encontramos, todas las discrepancias técnicas y políticas son bienvenidas, pero creo que en la Europa que este jueves presidimos desde Santiago de Compostela, del siglo XXI, los comentarios machistas no tienen acogida. Desde aquí digo: se acabó con el machismo en España y en Europa”.
La última vez que me reí con una de las boutades de Guerra fue el 13 de octubrede 2021 con su comentario a propósito de los pitos y gritos que recibió Pedro Sánchez durante el desfile militar de la fiesta nacional, un ritual de las derechas extremas cuando el presidente es socialista: “Hay personas que abuchean a un presidente y aplauden a una cabra. Cada uno elige quién le representa mejor”. Un destello en la sombra de lo que fue.