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Versos de amor

La danza de María Pagés y El Arbi El Harti

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Cuando la cantaora Carmen Linares y la bailaora María Pagés (Sevilla, 1963) se presentaron ante los medios en el Hotel de la Reconquista, en Oviedo, antes de recibir el Premio Princesa de Asturias de las Artes 2022, esta última indicó que el flamenco, como toda práctica artística, está ligado al momento político y social que vive; por ejemplo, la evolución que ha tenido en torno al empoderamiento de la mujer. El día de la ceremonia, realizada en el Teatro Campoamor, ambas recibieron el premio en manos de la princesa Leonor. La cámara las enfocó tras saludar al rey Felipe VI. Se abrazaron conmovidas ante los aplausos. Carmen entonó versos de Juan Ramón Jiménez y María le bailó al mundo.

Son las once de la mañana. María Pagés cruza el lobby del Hotel Quinta Real, en San Pedro Garza García. Tiene la cabellera teñida de plata por las décadas, porta gafas de sol y una especie de caftán negro que le obsequiaron en Guadalajara, ciudad donde dos noches antes presentó De Scheherezade, espectáculo inspirado en Las mil y una noches que relata distintas facetas femeninas. En una hora tendrá una rueda de prensa para promocionar la presentación de esta obra en el Auditorio Luis Elizondo de Monterrey, evento organizado por la Secretaría de Cultura de Nuevo León y celebrado en el marco del octogésimo aniversario del ITESM. La andaluza se interna en el bar, cierra la puerta como si entrara a un camerino, se enlazará vía Zoom con un medio de comunicación español.

Nació en 1963. Pasó su infancia en la calle de San Jacinto, en el barrio sevillano de Triana, arrullada por el río Guadalquivir, al cobijo de su madre y su padre, un matemático que le mostró el alma de los números. El filósofo Ernst Fischer decía que el arte es necesario por la magia inherente a él: “… sin este mínimo residuo de su naturaleza original, el arte deja de ser arte”. A María esa magia le entró por los ojos cuando conoció el flamenco.

Se recuerda toda la vida en la danza. Tenía cinco años de edad cuando por primera vez subió a un escenario. Fue en el desaparecido Teatro San Fernando de Sevilla. Allí se plantó ante el público, sobre la irregularidad de la tabla. Antes había ingresado a la escuela de tonadillera de la pianista Adelita Domingo. Entonces aprendió a observar: la maestra Adelita nunca se paró a su lado para indicarle qué pasos debía seguir, María miraba lo que hacían sus compañeras y trataba de replicarlo.

A los quince años decidió mudarse a Madrid para estudiar en la Escuela del Ballet Nacional. El tema iba en serio. Comenzó su carrera en la compañía del legendario Antonio Gades. Recorrió el orbe. Se consagró. Fundó su propia compañía en 1990 y, junto a su actual esposo, el dramaturgo marroquí El Arbi El Harti, creó el Centro Coreográfico María Pagés en 2018. El resto es historia.

La bailaora vuelve al lobby del hotel neoleonés y camina junto a El Arbi El Harti. Ambos ofrecen la rueda de prensa en uno de los salones. Melissa Segura, titular de la Secretaría de Cultura de Nuevo León y Juan Antonio Vila, director de Arte y Cultura del ITESM, también están en la mesa. Los artistas desglosan en palabras la obra De Scheherezade, su coreografía y dramaturgia, resaltan la importancia de la cohesión entre la cultura y la educación, e indican que el objetivo de sus coreografías siempre es transmitir un mensaje. Después aceptan conversar en exclusiva para Siglo Nuevo.

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Alguna vez dijo que aprendió el flamenco a través de la observación más que de la instrucción. ¿Qué observa ahora desde ese origen, cuando bailó de niña por primera vez en el Teatro San Fernando de Sevilla?

María Pagés: El aprendizaje que he tenido en cuanto a la danza era a través de las academias. No había un sistema estructurado de conservatorio, pero sí había maestros que eran importantes. Y el sistema, sobre todo de observar, observando a quien bailaba, así ibas aprendiendo. Otra cuestión también que siempre he tenido muy cerca, y que empecé muy pronto, es a estar sobre el escenario y a vivir el escenario como algo natural, como un espacio que no es ni temeroso ni que me pudiera producir pánico, sino al contrario: un espacio natural, artístico, donde se desarrolla el arte que en ese momento para mí era el baile. Desde muy pequeña tuve esta experiencia aprendida de manera natural, que es lo que nosotros, desde el centro coreográfico, intentamos: aplicar siempre la idea de que la vivencia o la experiencia escénica, en cuanto a la danza, sea una experiencia compartida; no hay obra artística si no hay un espectador.

TÉCNICA AL SERVICIO DEL ARTE

El cineasta español Carlos Saura estrenó en 1983 su película Carmen, historia de amor y celos ambientada en el mundo del flamenco, la cual, símil a la ópera de Georges Bizet, termina en tragedia. La cinta fue protagonizada por Antonio Gades y las bailaoras Cristina Hoyos y Laura del Sol. María Pagés también participó en ese proyecto.

La andaluza ha compartido que Saura solía llamarla “Sevilla”, en referencia a su ciudad de origen. En Carmen existe una escena donde una maestra da instrucciones a sus alumnas: les indica que levanten los brazos “con arte”, que busquen el espacio con suavidad, colocación y expresión. Se trata de una lección imprescindible donde la técnica debe subordinarse al arte y no al contrario.

Esa frase en la película de Carlos Saura: “La técnica sólo sirve para ponerla al servicio del arte”, ¿qué representa para ustedes?

MP: Creo que es una frase magistral aplicable a todas las artes. La técnica lo que te ayuda es a tener mejor instrumento y herramienta para expresar y comunicar lo que tú quieres hacer, es algo complementario…

El Arbi El Harti: La maestría real en el arte es asumirlo en su organización. Y María tiene eso: el gesto dancístico debe estar al servicio de una idea; forma y contenido se compenetran, porque si la forma funciona muy bien y no tiene contenido, es una forma bastarda. El arte, o transmite sentido o significación, o puede ser un virtuosismo, pero en la línea de María y de la Compañía María Pagés, nosotros creamos espectáculos construidos desde un significado para transmitir un significado. Todos los artistas son virtuosos, pero lo que da fuerza al virtuosismo es el contenido, la significación, narrar cosas. Esa frase que mencionas forma parte de la compañía y de María como coreógrafa.

¿Consideran que los movimientos de una obra dancística son similares a lo que un poeta hace con las palabras en sus versos?

MP: Los procesos tienen un origen: hay una idea y luego hay que darle una forma. Yo creo que una obra coreográfica abarca más.

EAEH: Hay que entender lo que es una coreografía…

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MP: Claro, una coreografía no es sólo hacer pasos y bailar. No, no. Hacer una coreografía es todo un proceso que arranca sobre una idea, sobre la construcción de una dramaturgia, sobre tener muy claro qué queremos contar, cómo vamos a montar una coreografía, de qué vamos a hablar, qué mensaje. Imagínate la cantidad de elementos que se unen: qué música va a acompañar y a complementar esa idea dramática, en qué espacio van a tener lugar todos esos movimientos, en qué contexto espacial y escénico van a estar, cuáles son los movimientos, dónde van a estar situados, cómo se va a iluminar. ¿Va a ser de día?, ¿va a ser de noche?, ¿va a haber oscuridad? Cómo se va a iluminar tiene infinidad de posibilidades, pero hay que encontrar la apropiada que es la que irá configurando la obra coreográfica. Por supuesto, el vestuario: qué tonalidad, qué forma va a tener, cómo se va a mover ese vestuario, cómo va a acompañar al movimiento, cómo va a estar al inicio de esa idea dramática y por supuesto, lo que es la coreografía pura y dura, esa bailaora, en el caso de De Scheherezade, qué va a contar cada una, qué pasos van a servir como las palabras sirven a un poema. Las cantaoras están cantando unas letras que se componen expresamente en la línea dramática y originalmente unos poemas que van a cantarlos y contarlos. Es decir, todo eso, es la obra coreográfica, todo eso.

SOBRE DE SCHEHEREZADE

Los movimientos de María Pagés en el escenario son preguntas existenciales que se desbordan en cada una de sus coreografías, como un río nutrido por rasgos biográficos. Sabe que no puede atrapar el tiempo entre sus manos, pero que la mejor forma de observar su paso es a través de su propia transformación. Con María, José Saramago dijo que el “suelo adquiere un misterioso poder de levitación, como si a la tierra le fuera imposible desprenderse de la tierra y diluirse en los aires siguiendo el camino que sus brazos señalan”. De Scheherezade es ejemplo de ello.

La obra comienza en el final de Las mil y una noches. Scheherezade ha enamorado al sultán Shahriar tras relatarle historias y así logrado salvar a otras mujeres de morir en sus manos. La puesta en escena es poblada por solos y coreografías corales. Trece bailaoras hacen suyo el escenario durante hora y media, mientras se abrazan y alzan libros al lamento del canto y la guitarra. Cada detalle del baile, de la música, del vestuario y hasta de la iluminación, posee un significado. Al narrar, Scheherezade no posterga su muerte, sino que transforma al sultán, lo acerca al mundo femenino, a su propia naturaleza.

“El uso de las palabras es muy importante. Postergar es permitir ganar tiempo. No, ella lo que hace es transformar, noche tras noche, a un alma sufrida, miedosa, temerosa de ese hombre, pues ese hombre mataba porque estaba muerto de miedo”, señala El Arbi El Harti, escritor de la obra, quien da un sorbo a su café expresso.

Scheherezade es a su vez todas las mujeres. En la obra aparecen personajes como la poeta griega Safo, la sacerdotisa Medea, Bernarda Alba de Federico García Lorca, Carmen de Georges Bizet, entre otras. Pero María Pagés y El Arbi El Harti dan un giro distinto a sus historias trágicas, algo que resuena en un país como México, donde se registra una media de mil feminicidios al año.

“Si Scheherezade tiene un sentido, con todo lo que está pasando cobra todavía más. Para nosotros es muy importante venir con esta obra aquí”, refiere Pagés.

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Algo fundamental en De Scheherezade es la palabra y su uso para mediar las relaciones humanas. ¿Qué lee en este personaje y qué le proyecta en cuestiones dancísticas?

MP: ¿Por qué Scheherezade? ¿Por qué ahora Scheherezade? Nosotros llevamos trabajando muchos años y en toda la obra trabajamos algo que es la intertextualidad; es decir, nuestras obras están conectadas por temas, por intereses que consideramos importantes. Uno de ellos es la mujer y uno de ellos también es la palabra. La palabra, como bien comentabas tú, que forma parte de la introducción de nuestra obra, es el mensaje. La palabra es el instrumento que mejor tiene el hombre y la mujer para entendernos, para resolver conflictos. Bien usada podemos evitar mucho dolor, mucha violencia. No bien usada podemos llegar a matarnos; esto es un mensaje clarísimo de la obra. Y Scheherezade fue esta mujer que pudo convencer a un asesino para que dejara de matar y fuera capaz de amar. Fue la palabra, fue la inteligencia y fue una mujer. En la obra hay otras mujeres que acompañan a Scheherezade y aquí el dramaturgo fue el encargado de llamarlas, de convencerlas para que se unieran al camino y por lo demás, nuestro proceso creativo… cuando las ideas están claras, cuando El Arbi escribe la dramaturgia, prácticamente ellas son creadoras de imágenes. Y, al fin y al cabo, la coreografía, su visión, como yo la entiendo, es reproducir todas estas imágenes que van apareciendo en movimiento, en realidad.

Maestra, si el cuerpo es una de las materias primas de la danza, ¿ha descubierto algo nuevo de su cuerpo en De Scheherezade?

MP: Siempre hay un avance porque estamos en continua transformación, por tanto también tenemos que estar abiertos a las continuas transformaciones de nuestro conocimiento. Hay que acompañarlo. Una transformación constante es la física; ahora cumplo 60 años y no tengo el mismo físico ni el mismo movimiento, ni el mismo concepto de movimiento que podría tener hace 30 años, porque he ido evolucionando, pero he ido evolucionando porque mi cuerpo lo ha hecho, transformándose, renunciando a ciertas cosas y enriqueciéndose en otras. Es decir que, en este sentido, si hablo a nivel personal y como creadora, es un continuo descubrimiento. El trabajo que hacemos nosotros es siempre ir descubriendo cosas, las grandes maravillas, descubriendo y aprendiendo cosas de las obras cuando las creamos, aprender cosas de la humanidad y aprender cosas de nosotros mismos. Tanto a nivel personal y físico, del cuerpo, porque para mí el cuerpo no es sólo la piel y los huesos, para mí el cuerpo es un ente que abarca la emoción de aquello que me mueve, para mí el cuerpo es la capacidad que tiene para contar cosas, para a través de su movimiento no sólo moverse, sino transmitir cosas y, sobre todo, emocionar. Incluso desde lo estático eres capaz de transmitir emoción a través del cuerpo. Aunque no te muevas, sólo con tu presencia y con esa intención que no vemos, pero está, somos capaces de transmitir tantas cosas. Entiendo el cuerpo como un ente físico y espiritual, es eso.

¿Y a qué cosas ha tenido que renunciar?

MP: A veces a cuestiones más concretas. Por ejemplo, yo tengo un pie lesionado, ¡si le doy muy fuerte me lo cargo! ¡Me lesiono! Por eso digo que hay cuestiones técnicas que dejaste en lo físico de la edad. Piensa que nosotros somos como deportistas de élite que sometemos el cuerpo a unos límites que no son los normales. Entonces, tenemos que tener una preparación física, pero también va en detrimento. Cuando una bailarina se retira es como cuando un deportista se retira, porque a lo mejor el cuerpo ya no le da más, tiene que renunciar. Sin embargo, lo que creo que tiene el flamenco, y la danza contemporánea también —la danza clásica está más secuestrada por la capacidad física—, es el acompañarse con conocimiento, sin someterse estrictamente a la cuestión física, porque es un arte, no es un deporte.

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VÍNCULOS

En su trabajo Flamenco global (Conaculta, 2011), el investigador mexicano Jorge Gómez González expone una globalización del flamenco y percibe en la disciplina la necesidad de fusión con otras artes. Las nuevas tecnologías, las comunicaciones y la apertura del mercado han propiciado encuentros culturales que en otro momento hubieran sido imposibles. En este contexto, Gómez González cita el caso de la danza flamenca en Japón.

María Pagés comenzó a viajar al país asiático desde el inicio de su carrera. Con asombro ha observado el interés que los japoneses tienen por el flamenco. Por tal razón, cuando en 2011 un tsunami devastó a Japón y provocó un desastre nuclear en la ciudad de Fukushima, decidió ir a esa localidad a bailar en un proyecto solidario para una población que se encontraba aislada. Si una actuación es efímera e irrepetible, los vínculos son eternos, pues “el arte tiene ese papel, debe de tener ese papel: aliviar el sufrimiento de los demás”.

Han dicho que realizan un flamenco donde caben todos los corazones. Me recuerda a otra frase de su centro coreográfico: “Un corazón donde caben todos los corazones”. Ustedes trabajaron un proyecto en Japón tras el tsunami y el desastre nuclear de Fukushima en 2011. Creo que es el mejor ejemplo de esta postura.

EAEH: Primero hay que entender de donde viene lo de “un corazón donde caben todos los corazones”. Es un poema de un místico español de origen musulmán: Ibn Arabi. “Un corazón donde caben todos los corazones” es un lema para nosotros; Scheherezade es un corazón donde caben todos los corazones, porque María es un corazón donde caben los corazones, porque el arte al que se dedica María es un corazón donde caben todos los corazones. Esa es la idea de la hospitalidad, de la generosidad orgánica; un arte que no se moja por su entorno, a nosotros no nos dice nada. El tema de Fukushima, mi amor para nosotros fue una cosa muy sencilla: la compañía estuvo de gira en Japón y diez días después hubo el tsunami. Al año, nos invitaron de nuevo y lo más normal, lo más natural es que una persona que había viajado 36 veces a Japón y que Japón pertenece al imaginario creativo de esta señora, esta señora tiene que devolverle algo a ese país, a ese pueblo, en unos momentos muy difíciles.

MP: El arte tiene ese poder y hay que aprovecharlo. Seguro ese día cambió la vida para quien estaba ahí y para nosotros también. Fuimos a Fukushima y a Kitakami. Fukushima fue la que más se conoció, pero luego también estaba la parte de Kitakami, donde el tsunami también arrasó. Una chica japonesa que ha ido de residente a nuestro centro coreográfico, tenía una academia en Kitakami que también arrasó el tsunami, y fue a aquella función que hicimos, llorando. Los teatros estaban cerrados, nadie quería ir, para ella fue muy importante.

¿Qué vínculos tienen con México?

EAEH: Los vínculos son viejos y vienen de diferentes líneas. Antes de que conociera a María, ella ya estaba presente como compañía en México. Y yo tengo un vínculo con la UNAM muy fuerte. Es decir, yo creé una cátedra de Derechos Humanos ahí. Por lo tanto, México forma parte de nuestra sensibilidad. Por otra parte, Latinoamérica forma parte de nuestro imaginario y fraternidad. Yo me siento mucho más cercano a un mexicano que a un sueco. Tenemos que defender eso, tenemos que defenderlo a ultranza. No se contradice que Europa es una maravilla, pero trabajar y darle valor a una línea sanguínea —voy a llamarla así— entre España y los países latinoamericanos, es un deber moral.

MP: Sí, porque hay muchas cosas que nos unen, cosas que nos contamos, que nos entendemos muchísimo mejor, que podemos compartir. Son maravillas. No sólo estás entendiendo la palabra, estás entendiendo más allá de la palabra. Hay algo más que hace que conectemos, que podamos compartir muchas más cosas a nivel humano, que con otros países de los cuales estamos más lejos a nivel cultural.



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Versos de amor

“Al fotografiar al Gran Poder me han temblado las piernas”

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José Antonio Zamora nació en su propia casa del barrio de Heliópolis, en 1958. Como tantos fotógrafos sevillanos llegó a esta disciplina a través de la Semana Santa, en 1984, en aquella época analógica en la que los reporteros se lo pensaban dos veces antes de apretar el botón de disparo. Zamora es lo que se llama en el gremio un todoterreno, un fotero que lo mismo hace un partido de Baloncesto, una corrida de toros o un reportaje sobre el Corpus de un pueblo perdido de Salamanca o Badajoz. Viajero incansable, ha fotografiado los rincones más ocultos de España, lugares en los que aún perduran las tradiciones más atávicas de la vieja Hispania. Colaborador de un sin fin de medios de comunicación, fue cartelista de la Semana Santa de Sevilla de 1989. En 2019, la legendaria revista ‘National Geographic’ lo nombró ‘Travel Photographer of the Year’ y dos instantáneas suyas han sido distinguidas como fotos del día por la edición digital de dicha publicación. Entre otros galardones ha merecido también el de Fotografía Popular del Ministerio de Cultura, en 2006, o el Fotoperiodismo Martín Cartaya, en 2017. Aparece en el quiosco Abilio con una Leica colgada al cuello y unas gafas de sol que no se quita en toda la entrevista. “Es que tengo algo de fotofobia”, se disculpa.

–El Quiosco Abilio, es uno de los pocos sitios que tienen manzanilla Pipiola en Sevilla. ¿Una copa?



–Claro. Adoro Sanlúcar de Barrameda. Allí están las cenizas de mi madre. La manzanilla sale en unos versos de la Carmen de Bizet. “Près des remparts de Séville/ Chez mon ami Lillas Pastia/ J’irai danser la Séguedille/ El boire du Manzanilla” [«Cerca de las murallas de Sevilla,/ a la taberna de mi amigo Lillas Pastia/, iré a bailar la seguidilla/ y beber manzanilla.”]

–Veo que ha venido con una cámara Leica, un auténtico mito entre los fotógrafos de todo el mundo.

–Fue la primera cámara de 35 mm. La inventó Ernst Leitz y el nombre es la abreviatura de Leitz Camera. Como habrá visto en las películas antiguas, los fotógrafos de prensa llevaban unas cámaras enormes, lo cual limitaba mucho su trabajo. La Leica se hizo inmediatamente muy popular. Reporteros de guerra como Robert Capa fueron los primeros en hacerla popular. La primera foto de Capa fue un mitin de Trotski en Copenhague.

–Una imagen llena de fuerza.

–La hizo con una Leica III que compró en 1934, cuando eran muy caras. Después se vino a la Guerra Civil española.

Todo indica que la famosa foto de Robert Capa del miliciano de Cerro Muriano fue un montaje

–Es cuando realizó la famosa foto del miliciano abatido en Cerro Muriano.

–En verdad fue en el pueblo de Espejo, también en la provincia de Córdoba. Él fechó la foto en Cerro Muriano, el 5 de septiembre de 1936, porque allí hubo ese día combates y constaba un muerto. En Espejo lo que había era un retén de milicianos haciendo la instrucción previa antes de marchar al frente. Prácticamente se da por hecho que la foto fue un montaje. En Espejo ese día no hubo ningún combate.

–Usted es un fotógrafo todoterreno. Y muy viajero. Recientemente estuvo proyectando en La Revuelta su montaje ‘Hispania profundísima’. España es inagotable.

–Inagotable. Conozco casi toda España. Soy más de fotografiar a las gentes que a los paisajes. Siempre que voy a un pueblo visito el mercado y el cementerio, ambos sitios te dicen mucho del ADN de un lugar y su población.

–Nunca he compartido la fascinación por los cementerios.

–Hay algunos fascinantes, como el de Casabermeja, en Málaga, o muchos de los de Galicia. En un cementerio de un pueblo de Córdoba llegué a demorarme tanto haciendo fotos que me quedé encerrado. Las tapias eran muy altas y no las podía saltar. Al final encontré una escalera que habían dejado junto a unos nichos y pude salir.

–¿Cuál es la España más genuinamente salvaje?

–Hay varias, pero elegiría Galicia, donde todavía hay zonas rurales que siguen siendo de otro tiempo, como si los últimos 40 o 50 años no hubiesen pasado por allí. Las señoras siguen vistiendo de negro y con pañuelos en la cabeza… Esa España se irá extinguiendo a medida que vayan falleciendo sus habitantes. En La Alberca, Salamanca, también te encuentras gente vestida como en la época de Ortiz Echagüe.

–Ha mencionado a uno de los pioneros de la fotografía geográfica española.

–Tengo una admiración tremenda por Ortiz Echagüe, un ingeniero militar y piloto que se anticipó a todo. Iba a los sitios más recónditos y les pedía a los habitantes que se vistiesen con los trajes antiguos regionales de sus antepasados, algunos ya incluso no se usaban. Gracias a esa labor muchas de esas costumbres no se han perdido. Hizo una labor antropológica muy destacable.

–También fue un gran paisajista.

–Sí, un gran fotógrafo en general. Estuvo en la Guerra de Marruecos y tuvo mucho que ver con Hispano Aviación. Él mismo positivaba las fotos. Hace poco pude ver en Burgos algunos originales suyos y comprobé su calidad. Donó todo su archivo a la Universidad de Navarra.

–Hablando de archivos, el otro día vi un reportaje en Tendido Cero sobre el esfuerzo del estudio Botán de Madrid por conservar su archivo histórico. Allí se denunciaba la gran pérdida documental que está suponiendo la desaparición de muchos archivos personales de fotógrafos.

–Yo he llegado a encontrarme diapositivas de gran calidad sobre la Semana Santa de 1961 en un contenedor de basura. Recuperé algunas, pero no todas, porque me daba vergüenza meterme dentro del contenedor. Me quedé con la pena de no hacerlo.

En Galicia hay zonas por las que parece que no han pasado los últimos 50 años

–Usted también ha sido fotógrafo taurino. ¿Qué debe primar, la espectacularidad o la estampa preciosista de un buen pase?

–Ese último que usted dice, el del pase bien dado, es el estilo Arjona. Para mí debe ser una mezcla de todo. Yo hice fotos para el Cossío y una de las pautas que me dieron es que siempre debían salir la cara del torero y la cabeza del toro, nunca el culo del toro y el torero de espaldas. Eso siempre lo he aplicado. Aunque para mí lo mejor de los toros no está en la faena, sino en el patio de cuadrillas y el ambiente en los tendidos.

–Al baloncesto también le ha dedicado muchas horas.

–Estuve 13 años de fotógrafo del Caja San Fernando y también con la selección española. El Baloncesto me enseñó a ser rápido fotografiando. Es un deporte mucho más ágil que el fútbol y tienes que estar muy ligero de reflejos.

–¿En qué etapa está ahora José Antonio Zamora?

–En la fotografía de viajes. Me gusta ese reto permanente de ir a hacer un reportaje a un sitio en el que no sabes qué te vas a encontrar.

–Precisamente, en 2019 usted fue nombrado por la legendaria revista National Geographic ‘Travel Photographer of the Year’. Es para cuadrarse.

–Fue gracias a una foto que hice en las fiestas de las Luminarias, en San Bartolomé de Pinares, en Ávila. Es un rito impresionante de purificación de los animales. Pasan con los caballos por unas hogueras enormes. A los animales no les pasa absolutamente nada, pero el espectáculo es fantástico. Va hasta la televisión japonesa.

–Las fotos son muy buenas. En 2018 y 2019, la web de National Geographic escogió dos instantáneas suyas como foto del día.

–Curiosamente las dos fueron fotos del Rocío, del camino de Huelva. Me llamó la editora del National Geographic para que le explicase bien qué era aquello. No entendía del todo qué era una romería, qué hacía allí la gente.

–El fotógrafo siempre tiene algo de indiscreto.

–Más bien de curioso. Las virtudes de un buen fotógrafo son la curiosidad y la paciencia.

El Ayuntamiento, más allá de alguna exposición, apuesta muy poco por la fotografía

–Además de viajero, es un fotógrafo contumaz de su ciudad, Sevilla. Debe ser difícil tomar fotos de una urbe tan abonada al tópico y tantísimas veces retratada.

–A Sevilla ha venido todo el mundo a hacer fotos: Cartier Bresson, Brassaï, Robert Capa… gente muy buena. Pero a Sevilla siempre se le encuentran cosas, incluso aquí en el Parque. A mí me gusta más fotografiar el paisanaje que el paisaje, porque es inagotable. Solo hace falta darse un paseo por los alrededores de la Catedral para que surjan mil situaciones.

–Y es, por supuesto, un fotógrafo de Semana Santa, que es casi un género.

–Yo tuve un amigo fotógrafo del que aprendí mucho: José Antonio Viloria.

–El de aquellas famosas postales del escudo de oro.

–Él me decía que el gran cáncer de la fotografía en Sevilla era la Semana Santa. Que la gente estaba muy asemanasantada, porque sólo sacaba la cámara en estas fechas y luego la guardaba hasta el año siguiente. Por eso, muchos se han adocenado. Pero yo reconozco que empecé haciendo fotos gracias a la Semana Santa de 1984. Me dejaron una Nikon y me la patée entera, desde la salida de la Paz hasta el final. Hacía un carrete por día, no tenía dinero para más. Hoy, con las digitales, es difícil comprender esto. Era otra época. Prefiero esta. No echo de menos la fotografía analógica para nada. Recuerdo cómo rezaba varios padrenuestros mientras revelaba para que todo hubiese salido bien. Ahora, sobre la marcha, puedo comprobar el resultado y rectificar si hace falta.

–Usted fue cartelista de la Semana Santa.

–En el año 1989, con una foto del Cristo del Amor saliendo de la Catedral. Eran mis comienzos semiprofesionales y para mí fue un impulso. Fue un orgullo.

–En mis años de chaval muchos de los carteles oficiales de Semana Santa solían ser fotografías. Hoy son casi exclusivamente pinturas.

–Yo reivindico el cartel fotográfico. A ver si el Consejo de Hermandades me hace caso, cosa que dudo. Ha habido carteles fotográficos muy buenos y otros pictóricos muy malos. También se podrían hacer dos carteles, uno por disciplina. Aquí, en Sevilla, hay fotógrafos muy, pero que muy buenos. Me estoy acordando de Eduardo Abad, jefe de fotografía de EFE y que era un auténtico maestro para todos nosotros. Yo lo conocí en el Mundial de Ajedrez de Sevilla de 1987 y en los descansos charlábamos bastante. Él acababa de llegar de Madrid y me dijo que le había sorprendido la calidad fotográfica que había en Sevilla. Ahora, en 2023, sigue siendo igual. El problema es que el Ayuntamiento, más allá de alguna exposición, apuesta muy poco por la fotografía. Debería crear algún tipo de certamen, como sí hacen en Córdoba, Algeciras y Málaga. Eso sí, hay colectivos, como el llamado Lucila.

–Aquel Mundial de Ajedrez, en el Lope de Vega, fue un evento muy sonado en la ciudad. Entre otras cosas enfrentó a dos grandes de la historia, Karpov y Kasparov, que tenían una rivalidad más allá del ajedrez. ¿Quién de los dos era más fotogénico?

–Karpov era más frío y Kasparov ponía caras más raras. A nosotros nos daban los cinco primeros minutos de la partida para hacer la foto. Me llamó la atención que cuando Karpov movía ficha no miraba al tablero, sino a la cara de Kasparov.

–Tiene unos primeros planos impresionantes de cristos. Especialmente los del Gran Poder. Debe ser muy difícil (y arriesgado) esa intimidad con una imagen devocional tan importante.

–Fotografiar al Gran Poder impone, y más a mí que soy hermano. Yo he estado muchas veces a su lado, incluso a solas. Es una imagen que parece que tiene vida. Ha habido veces que hasta me han temblado las piernas. Cuando esa imagen tan poderosa te mira en la penumbra… Yo creo que en la madera tiene impregnada los millones de oraciones que ha recibido durante siglos. Es una imagen verdaderamente sobrenatural.

Me llamó la atención que cuando Karpov movía ficha no miraba al tablero, sino a la cara de Kasparov

–¿Cuáles han sido sus principales influencias?

–La primera ya ha salido, José Antonio Viloria, que fue el que me dijo que había que distinguir entre una foto bonita y una buena, que no son ni mucho menos lo mismo. Me encantaba ir a su tienda de fotografía en Nervión en compañía de Enrique Taviel de Andrade, otro referente para mí. Vilora, que era un gran crítico y teórico, me empezó a enseñar libros de grandes fotógrafos (Sebastiao Salgado, Robert Frank…) que yo no conocía. Fue descubrir un mundo, porque yo en esa época hacía postalitas y poco más. También me ha influenciado Cristina García Rodero, con la que tuve la suerte de trabajar…

–En algunos retratos he visto cierto rastro de Atín Aya.

–Claro, Atín Aya ha sido uno de los grandes, un referente. Si Atín hubiese sido de Barcelona hoy estaría mucho más reconocido. Yo aprendo continuamente, también de los jóvenes. Soy una esponja que lo recoge todo.

–¿Algún barrio extramuros que le guste fotografiar?

–El Tiro de Línea. Sigo viendo allí gente y costumbres como de la Sevilla que conocí de chico. También el Cerro del Águila.

–Recomiéndeme algún libro de fotos de Sevilla.

–Hay un libro maravilloso de Ramón Masat, con textos de Víctor Pérez Escolano, titulado Sevilla, que editó Lungwerg. También están los clásicos, el Sevilla eterna, de Luis Arenas, o el de Alberto Schommer, La luz, Sevilla. Cuando lo estaba haciendo me lo encontré por la zona del Ayuntamiento. Iba con un ayudante y llevaba una de las primeras Nikon F5 que salieron al mercado. Hay otro volumen muy interesante que salió durante la Expo, de Juan Antonio Fernández Durán…

–Se le está olvidando ‘Las calles de Sevilla’, escrito por Manuel Ferrand y con fotografías de Alberto Viñals. Esa Sevilla de los 70 en blanco y negro …

–Lamentable olvido. Ese libro lo tengo en sitio preferente en mi biblioteca, tanto que me tuve que comprar otro en la Feria del Libro de Viejo porque mi ejemplar estaba destrozado de tanto consultarlo. Es un referente total.



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Versos de amor

Hagan sus apuestas. Los siete escritores favoritos al Nobel de Literatura este 2023

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Las quinielas por el próximo premio Nobel de Literatura ya circulan entre los lectores de todo el mundo y, como es sabido, en algunas casas de apuestas como Betsson y NicerOdds. Los bibliófilos aguardan con ansias el anuncio que confirme, o no, si su autor favorito es merecedor del galardón más importante del mundo de las letras.

Será el próximo 5 de octubre cuando finalmente la academia sueca declare al vencedor de este año. Pero como es habitual, hay escritores que son los grandes favoritos, ya sea por su popularidad o por la calidad artística de sus libros.



Como preámbulo al anuncio te enlistamos a los siete escritores más sonados para ganar el premio Nobel de Literatura 2023.

Te recomendamos: Gurnah, Nobel de Literatura, sospecha que España niega efectos del colonialismo.

1. Mircea Cărtărescu (Rumania).

El estilo literario de Mircea Cărtărescu se caracteriza por su lirismo, narrativa experimental, exploración de la psicología humana y prosa descriptiva. Sus obras fusionan poesía y prosa, desafiando convenciones narrativas con estructuras no lineales y elementos surrealistas. Explora temas como la infancia, la memoria, la identidad y la fantasía, creando personajes complejos que indagan en la psicología humana. Su prosa detallada y descriptiva crea mundos ricos y sensoriales, ofreciendo una experiencia de lectura única y enriquecedora.





El escritor se ha popularizado entre los lectores de habla hispana gracias al excelente trabajo de traducción edición que editorial Impedimenta ha hecho a sus libros.

Obra recomendada: Nostalgía. Un libro de cuentos que contienen las mejores virtudes del escritor y que en lo individual son un enorme despliegue imaginativo. 

2. Margaret Atwood (Canadá)

La autora de la famosa novela “El cuento de la criada”se distingue por su versatilidad, profundidad temática y narración magistral. A través de narrativas distópicas y la exploración de temas feministas, crea mundos vívidos que reflejan y critican la sociedad. Su prosa poética y lenguaje evocador generan imágenes potentes, mientras que la complejidad narrativa, con narradores poco fiables y estructuras no lineales, profundiza en la psicología de los personajes. Atwood aborda una variedad de géneros, desde ciencia ficción hasta poesía, y sus historias incorporan elementos de misterio e intriga. Su enfoque en temas universales y contemporáneos la ha convertido en una autora influyente en la literatura moderna.

Obra recomendada: Alias Grace. Una novela que sin ser distópica aborda las distintas y muchas violencias que han sufrido las mujeres.

3. Haruki Murakami (Japón)

El eterno candidato y favorito de la mayoría. 

El estilo literario de Haruki Murakami se caracteriza por su fusión única de realismo mágico y elementos surrealistas en narrativas contemporáneas. Sus obras a menudo presentan personajes solitarios inmersos en mundos cotidianos que de repente se vuelven extraños y misteriosos. Utiliza una prosa sencilla pero evocadora que explora temas recurrentes como la soledad, la nostalgia, la música y los gatos. Murakami es conocido por sus extensas descripciones detalladas y su capacidad para crear atmósferas envolventes. Su estilo atrae a lectores con una sensibilidad a lo onírico y lo introspectivo, y sus novelas desafían las convenciones literarias convencionales al abrazar lo inexplicable y lo metafísico.

Obra recomendada: Tokio blues. Una historia que explora el amor, pérdida y la búsqueda de identidad personal en los jovenes de japón en medio de una ciudad melancólica.

4. Can Xue (China)

La autora, cuyo nombre real es Deng Xiaohua, es reconocida por su trabajo inmersivo y desafiante, u prosa experimental y narrativas surrealistas. Sus obras, como “El Lago” y “América”, exploran la psicología humana a través de paisajes oníricos y personajes enigmáticos. Can Xue emplea metáforas poderosas y simbolismo profundo para crear una sensación de desconcierto y maravilla. Su estilo cuestiona las convenciones narrativas, desafiando al lector a explorar la complejidad de la experiencia humana. Su escritura abraza la ambigüedad y la multiplicidad de significados, invitando a la reflexión profunda sobre la vida, la realidad y la percepción.

Obra recomendada: El lago. Obra surrealista que sumerge a los lectores en un mundo enigmático, explorando la complejidad humana a través de narrativas misteriosas y simbolismo profundo.

5. Salman Rushdie (británico-estadounidense de origen indio)

Su trabajo literario es una amalgama de historia, mitología y política. Sus obras, como “Los versos satánicos” y “Hijos de la medianoche”, se caracterizan por su prosa rica y densa, que a menudo mezcla lo fantástico con lo histórico y lo cultural. Rushdie tiende a crear personajes complejos que reflejan las complejidades de la identidad y la diáspora. Además, aborda temas como la religión, el exilio y la colonización de manera provocadora. Su estilo desafía las normas literarias, fusionando lo épico con lo contemporáneo, y su narrativa audaz y multilayered invita a la reflexión profunda sobre la condición humana y la historia global.

Obra recomendada: Los versos satánicos. Narra la odisea de dos amigos, Salim y Gibreel, que sobreviven a un accidente aéreo y enfrentan transformaciones sobrenaturales mientras exploran identidad, fe y exilio.

6. Anne Carson (Canadá)

Esta poeta, ensayista y traductora es conocida por fusionar géneros y lenguajes. Su escritura a menudo se caracteriza por su erudición, creatividad y profunda exploración de temas personales y filosóficos. Carson emplea formas poéticas no convencionales, como el verso libre y la prosa, yuxtapuestos con referencias clásicas. Su estilo es intelectualmente desafiante, mezclando mitología, literatura clásica y teoría crítica. Además, utiliza viñetas, diálogos y collages de texto para crear obras literarias únicas y profundamente reflexivas que cuestionan la narrativa tradicional y la percepción de la realidad.

Te recomendamos: Ig Nobel 2023: Triunfan un inodoro que reconoce al usuario por huellas anales y arañas necrobóticas.

Obra recomendada: Eros dulce y amargo. Una colección de poemas que explora la dualidad de las emociones humanas a través de una prosa lírica y reflexiva.

7. Jon Fosse (Noruega)

Autor reconocido por su minimalismo profundamente introspectivo, su prosa lírica y repetitiva, que crea una sensación hipnótica. Sus obras, como “Melancolía I” y “Melancolía II”, exploran la cotidianidad y la vida interior de personajes en situaciones aparentemente simples pero llenas de significado. Fosse usa la repetición y la pausa para enfatizar la monotonía de la existencia y la búsqueda de sentido. Su estilo evoca emociones y estados de ánimo en lugar de enfocarse en la trama, invitando a los lectores a una contemplación profunda sobre la soledad, la mortalidad y la condición humana.

Obra recomendada: La noche canta sus canciones y otras obras teatrales. Es una colección que revela su maestría en explorar lo cotidiano, lo íntimo y lo existencial a través de diálogos poéticos y minimalistas.

Otros escritores 

También hay escritores de renombre que suenan año con año para ganar el Premio Nobel de Literatura. El caso de Stephen King o Neil Gaiman son ejemplos de esto, pero en latinoamerica autores como Raúl Zurita y César Aira son los favoritos.  La escritora irlandesa Maggie O’Farrel ha crecido en las apuestas rapidamente. 

Es imposible adelantarse al anuncio oficial de quién ganará el Nobel, especialmente porque los últimos cinco años, debido a los numerosos escandalos al interior, la Academia Sueca ha soprendido a los lectores del mundo premiando a escritores muy poco conocidos.

ORP



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Versos de amor

Almería y las dos décadas de autoedición poética

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Una tarde tórrida del final del verano de 1987 vi aparcar en la puerta del periódico que yo dirigía el Seat 127 de Manolita Osorio Blas (1912-2006), la esposa del ilustre historiador y escritor laujareño Florentino Castañeda y Muñoz (1905-1995). Como un resorte, ambos se bajaron del coche y, a pesar de la solanera, cruzaron la calle y entraron en la redacción portando su colaboración semanal. Dos folios tecleados en máquina de escribir que entregó contrariado. Jamás había visto tan enfadado al investigador que, siempre, era modélico en los buenos modales. Pero como era mi amigo, se desahogó: “Un ignorante me ha echado en cara que en Almería no hay poetas. Se va a enterar…” Y conforme se marchaba sentenció: “Voy a escribir un libro con todos los poetas de nuestra tierra. Desde antiguo”.

Durante años, Castañeda recopiló, resumió y escribió en su casa de la Puerta del Mar las hazañas de decenas de autores de la provincia. La muerte le sorprendió cuando terminaba la obra y fue su viuda quien la editó en 1998 a título póstumo. Un sorprendente y maravilloso libro de 684 páginas, que callaba al necio que lo enfureció, con la biografía de 138 escritores locales. Y no podía llamarse de otra forma: “Tierra de poetas”. Efectivamente, Almería siempre ha dado poetas. Muchos, pobres y modestos; pero poetas, al fin y al cabo.



El gremio de los impresores flexibilizó los pagos y permitió que modestos escritores abonaran sus obras “como pudieran”

Poetas sin subvención

A mediados de los ochenta nació la tertulia poética “El Aljibe” y el 21 de junio de 1985 el grupo literario “Alcaen”. Ambos giraban en torno al mundo de los versos y los sonetos. Pura López Cortés (1952-2019), José Ángel Gómez, Vicenta Fernández Martín (1956), Luis Villar, Ana María Romero Yebra (1945), Manuel Peral, José Diego García Guirao, Antonio Núñez Ferrón o Francisco Domene eran algunos de los miembros de “Alcaen”. Incluso sacaron un librito conjunto sobre Francisco Villaespesa y otro titulado “Sobrevivir. Poetas la paz”. Aquella edición, pagada sin subvención oficial, confirmó la tendencia que se había iniciado en Almería a mediados de los setenta: “la autoedición poética”. Es decir; el propio autor de los poemas pagaba los gastos de impresión, edición y distribución. Aunque, ciertamente, el objetivo no era ganar dinero sino difundir la obra, aunque fuese vendiéndola en mesitas plegables de playa por las esquinas de las calles y tener la suerte de ver, un día, una referencia en el periódico.

Hace medio siglo, publicar un libro de poesía en la provincia era complicadísimo. O te lo imprimía el filantrópico Monte de Piedad y Caja de Ahorros de Almería, -claro, si eras de su cuerda- o tenías que amoldarte a las exigencias de un cura empresario o de un editor venido del régimen franquista. Por eso, muchos autores humildes, para llevar al papel sus creaciones literarias, recurrieron a la financiación con sus ahorros o a préstamos bancarios al 18 %. Y en esa función de autoedición de la cultura almeriense, los dueños de los talleres tipográficos de la época tuvieron un papel decisivo. Pepe Bretones Gómez (1934-1999), Rogelio Úbeda Galera (1931-2003), Gabriel Cruz Garcés, Joaquín Molina y Eduardo García, en “Orihuela”, Elías Martínez, Julio Matarín Rodríguez, Juan Estrella Elena, Juan Lázaro Carreño, Carmelo Ortiz Góngora, Juan Antonio Márquez Cruz, Félix Moreno Valero (1948-1990) … Todos ellos, y muchos más, sacaban de sus pequeñas imprentas obras poéticas de cien o doscientos ejemplares, cuyos autores pagaban como podían, si es que podían. Sin estos tipógrafos, poco o nada existiría hoy de la poesía urbana almeriense de los 70, 80 y parte de los 90 en las bibliotecas. Y, seguro, que el libro de Florentino Castañeda habría tenido bastantes menos páginas.

Las mujeres poetisas de “Fémina Urci”

En 1976, un grupo de poetisas se agrupó bajo el pseudónimo de “Fémina Urci” y publicó “Lira”, un libro absolutamente almeriense y feminista que chocaba con la realidad social de hace 47 años. La obra tendría que haber salido en 1975, coincidiendo con el “Año Internacional de la Mujer”, pero como se expresa en el prólogo “…el eterno feminismo es llegar, siempre, con un poco de retraso”. Los versos driblaron a una feroz censura a pesar de que en la contraportada se atrevieron a publicar un dibujo de Eva María Orozco consistente en un indalo vestido de mujer, con tacones, falda y pecho. Detrás de “Fémina Urci” estaban, entre otras, Adelaida Romero, Elodia Campra, Carmen Morales Joaquina Rodríguez o Isabel Ferry. Incluso había poemas de dos autoras ya fallecidas: Eloísa Romero Fornovi (+1955) y Ventura Ledesma Uruburu (+1968).

En 1976, un grupo de poetisas se unió bajo el pseudónimo de “Fémina Urci” y publicó un libro almeriense, reivindicativo y feminista

Poetas urbanos

Manuel Tolosa Linares (1922-1979), en 1975, se arriesgó con una edición de más de cien páginas de poemas titulados “Lirios junto al mar”; Manuel Palma Iglesias editó hace 31 años “Democatarsis”; Paco Urrutia (1943-2015) “Gotas de rocío”, en 1982; Paquita Piedra “Aroma de paz”; Emilia Sánchez Ramos “Cuando el amor nace”; José García Gallego “Los caminos del sol”; Victoria Cuenca Gñecco, “Adiós Granada”; el indaliano José Andrés Díaz (1917-2003) “A corazón abierto” o Pura López Cortés (1952), “Égloba urbana” y “Huellas de mi eco” amén de otros 14 títulos. Eran auténticos poetas urbanos.

Una de las habituales en las imprentas era Carmen García Mora, cuya preocupación cotidiana era la trascendencia de la nimiedad de las cosas. Suyos son “La senda de los espejos”, “El viejo sonido de la caracola” y “Tiempo de cristal”. José del Pino López y Carmen Fernández Lamas trataban a fondo la poesía religiosa. El primero en “Palomas y Olivos” y “Grandeza de la fe” y ella con “La promesa” y “Rumbo hacia Dios”. El desamor y el caciquismo eran los argumentos de José Francisco Molero Castilla en “En Pulpí yo te ví”, “Voy a matar a mis padres” y “Voy a cortarme las barbas para que no te asustes”. Por su parte, Antonio Blanco Caparrós sacó en 1979 el libro de poemas “Suspiros del Alma”; Antonio Jesús Soler Cano (1946-1990), -alma libre de Antas-, publicó “Para cruzar el laberinto”, “Labios de azul” y “Perfil de silencios” mientras que Carlos F. Moreno tituló los suyos “Anforas rotas”, “Memorar” y “Soliloquio sobre el amor”. Filo Lara Velasco llamó sus libros poéticos “Arena Blanca” y “Para ti”; Jerónimo Berbel, “Flores de almendro” y Ángeles Torrecillas Sánchez, “Sentimientos”. 

Antonio Morón Sabio fue uno de los poetas más prolíficos. Desde 1982, y durante una década, llegó a publicar nueve pequeñas obras de poesía: “Condena de obscuridad”, “Desde la tierra que no me vió nacer”, “El camino de La Alpujarra”, “El sendero de los lirios”, “Entre sonetos y liras”, “La chica del sol vecino”, “Lo que nunca quise decir”, “Por culpa de la mala educación” y “Rimas rústicas”.

Al igual que Morón, otro poeta abonado a la autoedición fue Alfonso López Martínez (1932-2001). El autor, mientras pastoreaba con sus chotos en el Barranco de El Caballar, tuvo tiempo para aprender a leer y a escribir; luego se dedicó, desde 1973, a publicar un libro de poesías por año y a fundar la tertulia literaria “El Aljibe”. Constan, al menos, veinte títulos suyos como “Los pájaros del sueño”, “Almería, peteneras y tarantos”, “Amarradores del tiempo y de la sangre”, “Cancionero”, “Canciones del alma”, “Canto al pueblo de Laroles”, “Cartas a Dolora desde mi estancia”, “Con tu voz y mi acento”, “Cosas de la tierra”, “Doloras a mi Dolora”, “Estrofas bucólicas”, “Romance al pueblo de Válor”, “Romance del amante herido” o “Temas flamencos”. Además, en 1986, se atrevió con recopilar la vida del bandolero “Pasos Largos”. Los grupos de folk “Engarpe” de Berja y “Cal y Canto” interpretaron algunos de sus versos, al igual que Carmelo Larrea (1907-1980).

Los mencionados son una pequeñísima muestra de aquella Almería poeta, setentera y ochentera. Sin duda, la autoedición y la generosa paciencia de los impresores hicieron posible que éstos y otros almerienses experimentaran la satisfacción de ofrecer a los lectores sus creaciones literarias. Como la magna obra póstuma de Florentino Castañeda nacida de una irritación veraniega.



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