Poemas para enamorar
IV – Bienal Internacional de Marionetas de Évora BIME 2023 – Teatro de Ferro/Marionetas do Porto; Red Cloud; Stephen Mottram; y Teatro La Estrella – Titeresante

(Imagen de la cía. Red Cloud, con Sara Henriques. Foto compañía)
Retomamos con esta crónica nuestra atención sobre la Bienal de Marionetas BIME 2023 de Évora, de la que ya hemos publicado las tres primeras (ver aquí), centrándonos en algunos de los espectáculos vistos -no todos, por supuesto, pues no alcanzó nuestra mirada a la totalidad de propuestas presentadas, que fueron muchas y excelentes-.
Nos detendremos en este artículo en los siguientes títulos: Mayakovski – o Regreso do Futuro, del Teatro de Ferro y Marionetas do Porto; Isto aconteceu assim de repente. Distorção, de Red Cloud – Teatro de Marionetas; The Parachute, de Stephen Mottram; y O Gato das Botas, del Teatro La Estrella.
Mayakovski – o Regreso do Futuro, del Teatro de Ferro y Marionetas do Porto
He aquí uno de los platos fuertes de la programación de la BIME 2023, el que presentó la coproducción de dos de las compañías más reconocidas de Portugal, ambas de Oporto: Mayakovski – o Regreso do Futuro, del Teatro de Ferro y Marionetas do Porto. Dos compañías que desde su nacimiento se han esforzado por abrir las puertas al teatro de títeres de siempre, dirigiéndolo hacia lo que ahora llamamos Teatro Visual, de Títeres y de Objetos, o de Figuras como se dice en otros países.

Foto Susana Neves
Marionetas do Porto, fundada por João Paulo Cardoso en 1988, infelizmente fallecido en octubre de 2010, empezó sus andaduras teatrales sobre la sólida base de la tradición portuguesa de los Robertos, que Cardoso aprendió con el maestro António Días, entonces ya medio retirado. Pero a su vez, dirigió siempre una mirada innovadora en las propuestas más teatrales, conectando con las vanguardias que en Europa dieron la vuelta a los viejos teatros de títeres. Tras su muerte, la coreógrafa Isabel Barros, compañera de Cardoso, se hizo cargo de la dirección de la compañía imprimiendo su sello particular en las nuevas producciones, en las que la figura humana suele tener una presencia importante (ver aquí).
El Teatro de Ferro, por su parte, fundado por Igor Gandra y Carla Veloso (ambos formados en danza y teatro de movimiento) en 1999, se autodefine como un proyecto contemporáneo de teatro de marionetas y objetos (ver aquí). Un trabajo en el que el actor-marionetista suele interactuar con los objetos y la marioneta.

Foto Susana Neves
La vecindad de ambas compañías, tanto en lo geográfico como en lo dramatúrgico, explica que hayan decidido trabajar juntas para este proyecto sobre la visión futurista del poeta ruso Vladimir Mayakovski.
Basada en textos del poeta, la obra está firmada por el siguiente equipo: dirección y escenografía de Igor Gandra, acompañamiento artístico de Isabel Barros, traducción y apoyo a la dramaturgia de Regina Guimarães, marionetas y objetos de Eduardo Mendes, Igor Gandra y Joãp Pedro Trinidade. Los intérpretes son: Carla Veloso, Eduardo Mendes, Micaela Soares, Rui Oliveira y Vitor Gomes.
El montaje ocupó todo el espacio del escenario del Teatro García Resende de Évora. Y como no podía ser de otro modo, la relación del artista libre que mira el futuro con esperanza y creatividad, y choca estrepitosamente con el poder, centra buena parte de la propuesta de las dos compañías. Crean para ello una máquina del tiempo afín de dar vida al poeta y conectarlo con los habitantes del futuro.

Foto Susana Neves
Nos encontramos ante una formidable invocación de Mayakovski, invitado a aparecer en el escenario, con todo un instrumental de tipo futurista inspirado en las estéticas de su tiempo, que los creadores del espectáculo han realizado con enorme imaginación y un impresionante despliegue constructivista y luminotécnico.
Como indica Igor Gandra en el programa del espectáculo:
En este tiempo-teatro está en marcha un programa experimental de resurrección humana. Mayakovsky es uno de los humanos del pasado que Los del Futuro quiere conocer. Envuelto en este teatro-del-tiempo, el poeta de la revolución acaba cayendo en una de sus trampas. Las cosas se complican, pero Los del Futuro no desisten de su diseño, ya que la poesía y el teatro de Mayakovsky están llenos de mensajes que se supone están dirigidos a ellos.
A través de esta ficción, quizás acientífica y habitada por actores y títeres, vamos a (re)animar algunos objetos del complejo universo de Vladimir Mayakovski: imágenes, poemas y fragmentos de partes de su teatro-máquina. Artefactos en los que descubrimos algunos rasgos inconfundibles de este autor: la ruptura deliberada con las estructuras tradicionales y el diálogo sistemático (aunque no siempre pacífico) entre el activismo político, el deseo amoroso, la obra poética y una especie de intercambio de constante correspondencia con el futuro…

Foto Susana Neves
Toda una declaración de principios que ha excitado y dirigido la estética del montaje, de un contundente impacto visual. El contraste de ver semejante despliegue futurista en un escenario tan clásico como el del Teatro García Resende fue sin duda uno de los atractivos añadidos de la propuesta, como si la obra se hubiera puesto en escena en alguno de los antiguos teatros zaristas de la época del poeta, cuando Mayakovski dio forma a todas estas imágenes y visiones libertarias del futuro.
Isto aconteceu assim de repente. Distorção, de Red Cloud
Con esta propuesta de Sara Henriques y su compañía Red Cloud, nos encontramos ante una de los espectáculos más arriesgados e innovadores de los que se presentaron en la BIME 2023, en el que se juega deliberadamente con la ambigüedad de los contenidos y de las formas utilizadas, en una combinación de teatro de actriz, de marionetas, de sombras y de vídeo.
Con un texto del dramaturgo Jorge Louraço Figueira, dirección de arte de Rui Rodrigues, animación cinematográfica a cargo de João Apolinário y la interpretación solista de Sara Henriques, como actriz y manipuladora, entre otros participantes del equipo artístico, Isto aconteceu assim de repente. Distorção nos traslada a un mundo imaginario donde la realidad cruel de nuestros tiempos obliga a las personas a dejar sus hogares de nacimiento y a migrar a otros lugares, en un peligroso juego de ruleta de la muerte (el carrusel del que habla la obra).
Han querido los de Red Cloud crear una obra que funcione por un igual para los niños como para los mayores, a partir de un texto en apariencia juguetón pero que esconde una segunda lectura trágica. ¿Qué puede haber de más inocente que subir a un tiovivo, uno de esos divertimentos de feria en los que los niños suben a lomos de un caballo, un coche, un avión, una jirafa o la misma Esfinge de Egipto, para dar vueltas al tiempo, dejando que la imaginación nos traslade a otros paisajes y otros tiempos?
Ya las primeras palabras de Esteban, el personaje que abre la obra y la cierra, se presenta como el dueño o responsable del carrusel para situarnos en la ambigüedad fundamental de la obra: ‘Yo soy Esteban, y este es el carrusel de los animales secretos…, o clandestinos … En él manda la señora Dona Farrusca do Nilo, la Esfinge, la más antigua del carrusel…’

Foto compañía
En la mitología griega, la Esfinge era una figura traicionera y despiadada, y castigaba duramente a quienes no conseguían responder a su acertijo. Quien sube a su lomo, pronto sabe lo que le espera: por regla general, la muerte. Pero en la obra, la Esfinge también es una migrante, la más vieja, la más experimentada. Y seguramente, la que sabe cuál es el destino que les espera a los demás.
Salir de tu tierra y subir al carrusel para escapar lejos, no siempre tiene resultados felices. Lo más seguro es que acabes formando parte del mismo tiovivo, dando vueltas eternamente en la noria del tiempo.

Foto compañía
Sobre esta temática se levanta la obra, indicando que las ruedas del tiempo, unas veces son para soñar y reír, otras son para morir. Los distintos animales que se suben a esta ruleta del tiempo se detienen de vez en cuando y explican su historia, como salieron de sus casas, los seres queridos que dejaron… El final se mantiene abierto, en la ambigüedad del principio, porque lo que importa no es tanto el desenlace sino las situaciones en las que se encuentran los personajes obligados a subir al carrusel.
Aunque lo que se impone es la visión trágica, la de una época donde las vidas de mucha gente están condenadas a girar en las ruedas de la espera, cuando no de la muerte.

Foto compañía
Y para explicar todo eso, Red Cloud se sirve en primer lugar del magnífico trabajo realizado por Sara Henriques, una actriz conductora que da voz a los personajes y dirige los sucesivos cambios y visiones de la obra. Lo hace con un donaire grácil y elegante, como sugerente actriz de movimiento unas veces, como manipuladora de los títeres otras. En paralelo, unas imágenes animadas proyectadas en varias pantallas van situando visualmente los contenidos de lo que se nos cuenta.
Una obra que exige una suma atención a los espectadores, para poder captar los matices del texto y las ambigüedades que ocultan sus contenidos secretos. Un trabajo sutil y rigurosamente planteado, de una compañía que se toma muy en serio lo que hace. Para saber más sobre Red Cloud, clicar aquí.
The Parachute, de Stephen Mottram
Conocía ya este trabajo de Mottram, a mi modo de ver, uno de los más interesantes del gran marionetista inglés, que en esta ocasión deja el hilo, la especialidad que lo hizo famoso, para adentrarse en los terrenos desconocidos de la percepción. En efecto, como dije al concluir el artículo que le dediqué en diciembre de 2016:

Foto Iñigo Royo
Un espectáculo, The Parachute, con muchas capas de lectura y con profundas resonancias de reflexión perceptiva, que lo convierten en una preciosa aventura que nos introduce a los fascinantes y desconocidos mundos de la autoconsciencia. (ver artículo completo aquí)
Y tengo que decir que, visto de nuevo en Évora, sigo pensando lo mismo: una obra exquisita para paladares delicados que gustan de saborear los misterios ocultos de la percepción.
Cuando nos fijamos en algo que nos llama la atención, ¿qué es realmente lo que vemos? Estamos sujetos a tantos automatismos en el mirar del día a día, que debemos preguntarnos: ¿qué hay de verdad y de nuevo en lo que miramos? Dicen algunos que la realidad nunca se repite; que, a pesar de los ritmos y las circularidades del acontecer, cada momento es único, y que la característica principal del Tiempo, puesto en mayúscula, es su radical creatividad. Los niños, cuando nacen, lo saben muy bien, y de ahí estas miradas ávidas de los bebés, que todo lo ven por primera vez. Luego, poco a poco nos dejamos conducir por lo social y por las convenciones, y solo gozamos del tiempo cuando se presenta en su forma repetitiva. Lo nuevo nos repele, la música que más se escucha es la que se deja prever, lo disruptivo incomoda. Y así nos alcanza la vejez. Y lo que nos mata realmente es la repetición de ver y ser siempre lo mismo.

Foto Iñigo Royo
Mottram se propone en su espectáculo poner en cuestión el mirar y nos invita a ser conscientes de algo que nunca observamos: la propia percepción de las cosas. ¿Es posible percibir la percepción? ¿Existe eso que llamamos la autoconciencia? The Parachute nos dice que sí y nos lo demuestra con unos ejemplos que podríamos cualificar de ‘ejercicios visuales de autoconciencia de la percepción’.
En la primera parte del espectáculo, el meollo del asunto es el juego que hace Mottram con nuestra mirada, engañando una y otra vez nuestra percepción con las bolitas de pingpong, que ora son personajes, ora son puntos de luz que se mueven al azar, los cuales, en definitiva, son y no son lo que aparentan ser. En la segunda parte, el titiritero nos sitúa al otro lado, para vernos reflejados en las caras que aparecen en el escenario. Caras que van cambiando según vean una cosa y otra, con sus máscaras diferentes. Y, en el entretanto, en este resquicio de la ambigüedad en el que las cosas son y no son, nosotros tampoco somos nada. Se nos revela así el vacío de nuestro ser profundo, sin aspavientos ni dramatismos, como la cosa más normal del mundo. Como nos indica el mismo Stephen Mottram desde su posición de demiurgo ciego, de alguien que tampoco es nadie.
De ahí el gran lujo que representa asistir a este espectáculo, una ocasión única de ver procesos generalmente ocultos y de practicar la autoconciencia. Una obra indispensable para los tiempos que corren, tan cargados de predictibilidad y lugares comunes.
O Gato das Botas, del Teatro La Estrella
Pudimos ver este precioso espectáculo de La Estrella en la Sala Noble del Teatro García de Resende, a cargo de Maite Miralles y Ana Burguet, con texto y dirección de Simón Fariza. Los títeres y la escenografía son de Maite Miralles, Sandrine Costa y David Fariza. Y la música, de Simón Fariza y Ginés Gil.
Como apuntaba el programa en una de sus páginas destacadas, la edición de la BIME de este año estaba dedicada a dos titiriteros fallecidos en los últimos tiempos y que fueron grandes amigos del Festival, al que acudían desde prácticamente sus primeras ediciones: Sise Fabra, de Los Duendes, y Gabriel Fariza. De ahí que estuviera entre el público Alberto Cebreiro, invitado especial de este año, y la compañía La Estrella, de la que Gabi Fariza fue uno de sus fundadores, junto con Maite Miralles.

Maite Miralles. Foto compañía
Y fue una verdadera gozada ver este espectáculo de La Estrella, que en su día estaría representado por Gabi Fariza y Maite Miralles, a cargo en este caso de la misma Maite, en su rol de Cuchufleta, junto a la joven actriz que lleva ya unos años trabajando con la compañía, Ana Burguet.

Ana Burguet y Maite Miralles. Foto compañía
Qué decir de Maite Miralles sino admirar su temple y su buen hacer como actriz-payasa y titiritera, siempre al pie del cañón, con una agilidad que ya quisieran muchos de los jóvenes titiriteros que había entre el público. Pero lo mejor es el tono que sabe poner en la defensa de su personaje, un tono de alegre positividad que impregna todo el espectáculo y que alcanza al público de lleno. Una artista completa, pues cuando la veo en el escenario, no puedo dejar de ver en ella la gran pintora que es, capaz no solo de crear una obra pictórica muy personal y dotada de una gran originalidad, sino de establecer toda la plástica que ha dado vida y color a La Estrella desde sus inicios hasta hoy.
Ana Burguet, por su parte, en el rol de Pardaleta, supo estar a la altura de Miralles: su natural tono alegre y jovial, provisto de una envidiable espontaneidad, más la calidad excepcional de su voz, son el perfecto contrapunto a su compañera de tablas. Ambas cumplieron a la perfección con sus difíciles papeles de clowns-titiriteras.

Foto compañía
Ha adaptado Simón Fariza el famoso cuento de Charles Perrault para ser representado por dos titiriteros clowns, siguiendo la tradición de La Estrella, que desde hace años ha combinado estos dos registros diferentes: el mundo de los payasos con el mundo de los títeres. Una condición que Maite Miralles borda con su personaje Cuchufleta, que un día descubrió como quien encuentra a su doble escénico, un alter ego teatral que desde entonces no la ha abandonado.
Como ya comenté en otra ocasión, me pareció muy atractiva la escenografía, compuesta por un retablo de doble boca (elevado para los títeres y más bajo para las marionetas), enmarcado por dos puertas giratorias, una a cada lado, pensadas para facilitar la acción rocambolesca y titiritera de las marionetas, en lo que podríamos denominar un esquema de ‘payasos de enredo’, con el típico juego de entradas y salidas que tan buen resultado da cuando es usado por los títeres.
La Estrella traslada el cuento de Perrault y los sueños de Carabás -al que el pícaro gato eleva rápidamente a la categoría de Marqués- al mundo del circo, contexto natural no solo del personaje sino también de La Estrella, de modo que el ardid del gato, para conquistar a la Princesa (una trapecista de circo), consiste en mostrarle las habilidades funambulistas del Marqués de Carabás.
La adaptación de Simón Fariza ha simplificado con mucho tino el argumento clásico, eliminando los personajes del rey, el ogro y los campesinos, a los que substituye en cierto modo por los espectadores, quienes, con sus aplausos, convierten al tímido funambulista en un gran artista de circo, para así poder enamorar por fin a la Princesa trapecista.
La Estrella enamoró al público de Évora, que llenó el Salón de Descanso del noble Teatro García Resendo en las dos sesiones programadas, con merecidos y calurosos aplausos.
Poemas para enamorar
Después del amor: ¿y si lo nuestro se acabó y es hora de romper?

Ojalá fuera todo tan sencillo como desearlo.
Como ponerle ganas.
Hay cosas que por muchas ganas que le pongas.
No salen.
Escucha las palabras de Roy en forma de podcast en este vídeo:
Si no contemplamos eso.
Si no somos conscientes de que hay cosas que no pueden ser.
Por mucho que te quejes.
Por mucho que vuelvas mentalmente a ese lugar una y otra vez.
Por mucho que intentes arreglarlo.
Hay cosas que se rompen.
Que se terminan o se mueren.
Hay amores que se desvanecen.
Y un día te despiertas al lado de alguien con quien no quieres despertar más.
Y no puedes hacer nada por cambiarlo.
No puedes simplemente desear volver a sentir lo que sentías si ya no lo sientes.
No puedes esforzarte.
Dar oportunidades.
Intentarlo.
Si ya no.
Ese “se acabó”.
Tan duro y tan honesto.
Ese momento en el que decides que todo cambiará.
Que un cuerpo que te acompañaba ya no estará.
Que tendrás que llenar los huecos de sus libros en el salón.
Que ya no habrá ruido en la puerta de al lado.
Que el vacío habitará tu cama.
Aceptar que el amor tiene un fin.
Que nos prometimos muchas cosas.
Que algunas cumplimos y otras fueron un anhelo, un ojalá, imposibles siempre.
Entender que lo compartido nos hace ser las personas que somos.
Que sin los otros hubiéramos sido distintos.
Que no salió mal.
Que salió bien hasta que dejó de salir.
Que nos enamoramos de nuestros propios fantasmas.
Que cambiamos.
Y al cambiar.
Nos separamos.
Una separación es siempre la posibilidad de volver a pensarte en relación al mundo.
A lo que te gustaba antes de.
A lo que te gustará después de.
Porque si algo tiene la vida es que la vida no espera.
La vida sigue.
Llena de personas por conocer.
Por descubrir y por querer.
Llena de historias.
Como las nuestras.
De rupturas.
De besos.
Y de caricias.
Tal vez sea el momento de dejarlo ahí
A veces parece que tienes una relación tú sola.
Que el otro, simplemente, se deja llevar.
Porque nunca propone nada.
Porque nunca intenta romper la rutina con algo de magia.
Porque nunca te ve realmente.
Porque nunca te escucha y solo habla de sí mismo.
Porque no tiene ganas, ni ilusión, ni esperanza.
Porque todo lo critica.
Porque lo que hay en ti es un auténtico rollo para el otro.
Tus amigos.
Tus aficiones.
Tu familia.
Tus sueños.
Tus anécdotas.
Tus miedos.
Porque no le interesa quién has sido, quién eres y quién quieres ser.
Cuando tú das y ves que el otro no da.
Cuando tú tiras y ves que el otro no tira.
Cuando tú estás y ves que el otro no está.
Cuando tú creces y el otro se queda.
Tal vez sea el momento de dejarlo ahí.
De traer la honestidad hasta el borde de los pies.
Y decir lo que ya sabéis.
Que no compartís.
Que no hay.
Que no vais.
Y que hay muchas personas en el mundo.
Como para perder el tiempo.
Con alguien que lo único que va a conseguir.
Es que seas peor.
De lo que eras.
Te soltaré
Soltar.
Dejar ir aquello que nos hace daño.
Desapegarse.
Romper con los vínculos tóxicos.
Con esos lugares en los que la infelicidad nos hizo de guía.
Mandar bien lejos.
Bloquear, eliminar, borrar, hacer desaparecer cualquier forma que tenga la persona de seguir controlándonos.
Recordar quién eras antes de todo.
Quién quieres ser a partir de ahora.
No dejar que nos hagan chantaje.
Que nos hagan sentir mal por elegir lo que queramos elegir.
Que nombren a la familia para que hagamos lo contrario a lo que queríamos hacer.
No permitir que nos manipulen.
Que utilicen las palabras como sogas.
Da igual que se enfaden.
Que te retiren el saludo.
Que te digan que no te van a volver a ver más.
Que has muerto para ellos y ellas.
Si te lo dicen porque no eres lo que ellos quieren y necesitan.
Entonces es que no te quieren en absoluto.
Te mal quieren.
Porque si alguien no es feliz con tu libertad.
Si te prefiere triste pero obediente.
Entonces es que se quiere más a sí mismo.
Y tú solo eres un medio, un instrumento, para que esa persona se sienta bien.
Soltar.
Lanzar todo lo dañino a la mierda sin contemplaciones.
Deshacerse de la culpa de no ser lo esperado.
Lo pretendido.
Lo correcto.
Empezar a vivir la vida que nos debemos.
La que nos corresponde.
Tal vez más solos y más solas, sí.
Pero nuestra.
Poemas para enamorar
Buenos Aires, entre letras y futbol

A mediados de los 90, una mañana que decidí no entrar a clases en el ITAM, fui a Cinemanía y encontré una película de la que nunca había escuchado: El lado oscuro del corazón (1992), de Eliseo Subiela. Es una historia surrealista de amor que transcurre entre Montevideo y Buenos Aires, en donde los diálogos se mezclan con poemas de Oliverio Girondo, Mario Benedetti y Juan Gelman.
Atormentado a mis “veintipocos” por amores imposibles y tercos, aquella cinta se convirtió en una de mis películas favoritas, antes de viajar a Buenos Aires por primera vez, en el año 2000. Entre futbol, películas y algunas bandas de rock, me obsesioné por conocer la capital argentina y también Montevideo. Románticamente quería cruzar el Río de La Plata en el Buquebús, mientras leía a Girondo y Benedetti, como me lo sugirió Sandra Bucio en una carta que me escribió antes de aquel viaje.
Pisé Buenos Aires por primera vez una lluviosa tarde de jueves, en octubre del 2000. Después de conocer a Adriano Di Leo y a su madre, que me recibieron amablemente en su departamento, salí a caminar por Avenida Corrientes rumbo a la Dársena Norte para comprar mi boleto rumbo a Montevideo. Me perdí. No encontré la oficina del Buquebús, la lluvia me sorprendió y me refugié en un bar llamado Copacabana en Leandro Alem, entre las calles Córdoba y Viamonte.
Después de escuchar mi acento, un par de parroquianos me hicieron plática. Aunque nunca había pisado un estadio argentino, charlé de futbol durante horas con un tabernero hijo de españoles, tuerto e hincha de Independiente; con un ex policía federal hincha de Boca que me preguntó si en México el nombre de Misael era común, y un taxista fanático de Huracán. Fueron horas de muchas cervezas y algunas cubas.
Desorientado, volví a casa de madrugada, cuando mis anfitriones ya habían reportado mi desaparición a la policía. Me disculpé con ellos y nunca volví a aquel bar. Seis viajes a Buenos Aires después, el último de ellos en 2005, nunca crucé el Río de La Plata y tampoco visité Montevideo. Eso sí, conocí una docena de estadios de futbol, fui a conciertos, cabarets, visité cinco veces la catedral de la Virgen de Luján y estuve a punto de ser arrestado por entrar volando por la ventana a un restaurante del barrio de Recoleta.
Hice extraordinarios amigos, entré a la cancha con la barra de Boca Juniors y descubrí autores como Ricardo Piglia, Guillermo Saccomanno, Mempo Giardinelli, Juan Sasturain, Leonardo Oyola, Miguel Bonasso y Kike Ferrari, y que dejé dos veces a medias “El cantor de tango”, de Tomás Eloy Martínez. El año pasado, Clo me prestó “La uruguaya”, de Pedro Mairal, y recordé que tengo una, o varias, visitas pendientes a Montevideo. Benedetti murió en 2009 y Subiela en la Navidad de 2016. Diego Maradona dejó este mundo el 25 de noviembre de 2020, Argentina ganó el Mundial de Qatar dos años después y yo hace cinco años que dejé de seguir las campañas de Boca Juniors.
Los amores tormentosos quedaron en el pasado, ahora tengo una hija de 20 años y no sé si algún día me vuelva a enamorar. Esta semana estuve muy melancólico, me dieron ganas de volver a ver El lado oscuro del corazón.
Poemas para enamorar
Aida García

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