La imagen de Irina Shayk semidesnuda en Cannes es impactante. Aquí estoy yo, sin ir mas lejos, hablando de ella, así que misión cumplida para la marca que haya orquestado la presencia de la supermodelo en el festival de cine y su no-atuendo.
Lo más parecido a ropa (en su acepción de tejidos tapando el cuerpo) de la maniquí rusa en ese momento era la lencería y el collarón de diamantes, así que asumimos que todo esto lo pagan una empresa lencera o una marca de joyas. Permítanme que ni siquiera me meta en Google a buscar de qué firma o firmas se trata (*). Veámoslo como un pequeño triunfo de no caer en las trampas de la promoción.
Irina llevaba tacones, eso sí, cumpliendo con la absurda norma que pide que las mujeres de Cannes calcen zapato alto en sus eventos. Algunas superestrellas se han pasado esa ley por el forro de sus vestidos de noche, poniendo en evidencia la política real del certámen: los nombres sagrados pueden hacer lo que les dé la gana. Otra ley: cualquier excusa es buena para montar una fiesta en Cannes, lo del cine es lo de menos. De ahí que otra marca de moda, la alemana Boss, celebrase en Cannes este año… el cumpleaños de Naomi Campbell. Por si alguien creía que Naomi estaba ahí para ver la nueva película de Victor Erice.
Tiene gracia que en España Irina Shayk, una modelo con un carrerón, sea todavía asociada a Cristiano Ronaldo, de quien en teoría fue pareja entre 2010 y 2015. Cuando, tras la ruptura (“ruptura”), ella pidió a sus seguidores de Instagram que dejaran de hacerlo si la seguían por ser la novia del futbolista más famoso del mundo, perdió 11 millones de followers. Aquello no tuvo que ser agradable para ella, pues el alcance en redes sociales es algo que ahora se valora mucho en una modelo y 11 millones de cuentas son muchas.
Ahora Shayk maneja el doble y con 37 años, edad a la que en su profesión es muy difícil seguir en activo, continúa estando muy solicitada por los mejores clientes. Que menudo ejemplo le está dando a su hija (de 6 años, tenida con Bradley Cooper) le dicen en algún comentario de las fotos en las que ella misma muestra su exiguo look viral. El nuevo “tápate, golfa”, publicado desde un teléfono móvil barato bajo la foto de una topmodel incontestable que está en ese momento trabajando. No es esa precisamente mi definición de mal ejemplo. Si acaso, de pasar frío a cambio de una pasta gansa. Quién pudiera.
(*) Otra vez será, no he podido resistirme. El vestido (“vestido”) es de Gucci y el joyámen de Chopard, que organizaba el sarao para el que se había vestido (“vestido”) así a la glamourosa Irina. Nada dejado a la improvisación, efectivamente.
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