Se formó con un reconocido maestro en la sastrería: Natalio Argento.
“Hago todas las piezas que me pidan: las más recientes fueron un esmoquin para un jugador de básquet y un frac celeste para una boda en la playa. Me convertí en el sastre de los nuevos niños ricos que aspiran a ser grandes empresarios, generalmente son jóvenes sub-40 que pretenden que su ropa esté en el mismo rango que un reloj, un auto o los lugares de lujo que frecuentan”, sostiene. Y agrega: “No pueden llevar un traje de mala calidad, necesitan que esté todo a la misma altura”.
“En el comienzo, la sastrería parecía que no era para mí, que no iba a durar ni una semana. Sin embargo, al mes, descubrí que me apasionaba la costura y comencé a quedarme más horas una vez terminada la jornada laboral con el propósito de aprender todos los pormenores implicados en el desarrollo de una prenda”, recuerda.
Cuando la empresa en donde trabajaba se fundió, le otorgaron como parte de pago unas máquinas y fue entonces cuando comenzó a interiorizarse en el diseño de indumentaria: hizo muchos cursos sobre el estudio de los cuerpos mediante la moldería.
“Creé una línea ready to wear en tela de punto (camisas, remeras y pantalones)”, declara.
Hoy en día, con sus 38 años, no sólo revitalizó el oficio de la sastrería, sino que con su marca de indumentaria, Franciscano Sastre, pudo dar el salto a Latinoamérica y Europa.
“En 2021 empecé a creer, ya que me encargaron una réplica exacta del traje épico de su coterráneo José de San Martín.
“Me enalteció hacerlo”, asegura sobre el trabajo. “Lo realicé para el Museo Histórico en Yapeyú, y debía confeccionar una verdadera mímesis del traje del prócer”, detalla.
Para la reconstrucción, se basó en el relato de historiadores y uniformólogos y así pudo desarrollar el frac militar, el pantalón, la banda, el cinturón y las botas restauradas, incluso una copia del sombrero Falucho –similar al de Napoleón– que llevó San Martín cuando cruzó los Andes.
“Creo que no voy a volver a hacer la vestimenta de nadie tan importante”, añade, y confiesa que también le gustaría realizar el atuendo de Martín Miguel de Güemes, otro prócer imprescindible.
“Todos quieren saber cómo funciona un sastre en pleno 2022″. Hoy en día cada vez con más frecuencia aparecen los que desean vestirse como los personajes de series emblemáticas que se caracterizan por sus diseños.
Los que más me piden son: los que emulan a los hermanos Shelby de la británica Peaky Blinders, además de los recordados publicistas neoyorquinos Don Draper y Roger Sterling, entre otros personajes de la ficción Mad Men”.
Se tarda aproximadamente unas 70 horas en ser confeccionados.
La mirada exportadora
“Actualmente, el hombre comenzó a tomar protagonismo en lo que antes le daba pudor usar, entonces se arriesga más: los pantalones más cortos, los zapatos en punta, también a los sacos abreviados en el largo y las solapas más anchas”.
Buenos Aires sigue siendo una ciudad muy elegante, existen detalles que todavía se conservan: la gente utiliza pañuelo, corbata y buenas medias, analiza. “Tenemos una cultura muy italiana del vestir, y nos podemos creer señoritos ingleses, pero tenemos cuerpo y gusto de españoles”.
“Ahora estoy vistiendo a muchos clientes de Latinoamérica y de Europa. Muchos me preguntan por qué no abro mi sastrería en Europa. La sastrería es una profesión única, ya que todo se confecciona desde cero y cada prenda es particular”.
“Quizás en un futuro no muy lejano podré desembarcar en Europa, por el momento viajan ellos para vestirse”, sueña.
Y para terminar, asegura que “la vestimenta seguirá en la dinámica cíclica, propia de la moda, que entre otras cosas logra que se esté dejando de usar la corbata, un accesorio que tal vez se reinvente bajo la forma de un pañuelo o símil, anudado al cuello. Lo que sí puedo afirmar es que la sastrería nunca va a desaparecer ni estará mal vista, por eso el pantalón, el saco y el chaleco, nunca van a morir”.