‘El maratón de mi vida’: el manual de instrucciones de la periodista Inma Castell para convivir con el cáncer


‘El maratón de mi vida’: el manual de instrucciones de la periodista Inma Castell para convivir con el cáncerMediterráneo

La descarnada conversación entre la paciente y su médico discurre en el Hospital General de Castelló. A las tres de la tarde de un día perdido de junio de 2019. «¿Cuánto me queda de vida?». «Has de vivir muy a corto plazo, vive por días». «¿Y llegaré a ver a mi hijo entrar al cole en septiembre?». «No lo sé». «Pues yo voy a luchar». «Haz lo que quieras». La periodista Inma Castell se quedó petrificada. Sentada junto a Carlos, su esposo, en un banco al lado de uno de esos fríos ascensores de hospital en los que viajan esperanzas de ida y vuelta, heridas, resignaciones y sollozos. 

En la escena no se derramó una lágrima, aunque no era nada sencillo digerir el titular que le dispararon a quemarropa: «Tienes un carcinoma escamoso de pulmón». Un tumor enorme, «una bola que generó seis litros de líquido en los pulmones; uno había invadido al otro y funcionaba en una cuarta parte de su capacidad», explica Castell.  

La vida laboral de quien llevaba 18 años en el periódico Mediterráneo, donde era jefa de Comarcas, y toda la ristra de asuntos de capital importancia fueron de repente archivados en el sumidero de lo intrascendente. 

«Un cúmulo de desaciertos»

La biopsia cerraba seis meses de peregrinación por territorios sanitarios en busca de diagnóstico y solución a una tos desmedida, que se agudizaba por las noches, dolor de pecho y muscular y sensación de cansancio, un cuadro sintomático que arrancó en la Navidad de 2018. Primero se diagnosticaron resfriados, luego bronquitis y neumonía. «Aquello fue un cúmulo de desaciertos médicos», lamenta. Hasta el 17 de mayo de 2019 ni siquiera la auscultaron. Ese día, la médico de cabecera lo hizo. Y la derivó al hospital.

“¿Llegaré a ver a mi hijo entrar al cole en septiembre?”, preguntó tras recibir el fatal diagnóstico

Su carcinoma era inoperable. El doctor Ramón de las Peñas, jefe de oncología del Provincial de Castelló, donde ingresó, le administró un tratamiento de inmunoterapia. Fue efectivo, pero en agosto, una resonancia detectó otros dos tumores sangrantes en la cabeza. Le aplicaron radioterapia. Hasta que una bronquiolitis detuvo el tratamiento. 

Lleva cuatro años como paciente cronificada. Y no ha perdido el tiempo. El jueves presenta (en Menador Espai Cultural, 19.30 horas) su libro El maratón de mi vida (Círculo Rojo), cuyo subtítulo es una carga de energía: «Convivir con el cáncer es posible». Un manual de instrucciones, cuyas ganancias son para investigar el cáncer de pulmón, con el que Castell quiere ayudar a enfermos como ella. Un libro para contribuir a «desestigmatizar la palabra maldita: cáncer». «Hay que normalizar lo que es normal; el cáncer es la pandemia del siglo XXI», argumenta.

La idea surgió cuando la psicooncóloga María José Gallego sugirió que anotara en una libreta sus experiencias para que fueran útiles a otros, dada su entereza. Porque Inma no le pierde la cara al cáncer. «Si me quedaba calva, compraba pañuelos estupendos… A cada problema, una solución». «Pensé ‘ya que me pongo, mejor libro que libreta’». Y así se coció esta guía con respuestas y consejos «para que el cáncer no domine tu vida». «¿Puedo hacer deporte?, ¿qué pasa con el sexo? ¿Y si me da un episodio de ansiedad?». El libro responde a estas y más cuestiones.

Gestionar la vida mientras la muerte llama a la puerta requiere fortaleza mental. «Es importante tener la a cabeza ocupada», dice. Ella está «centrada en formarme, en estudiar: inglés, valenciano…».

Una mujer «feliz»

Pero no dejar que el cáncer siegue expectativas no implica ser inconsciente. «Es clave tener la mente clara y organizar el futuro», dice. Por si el destino impone el plan B no deseado. «He querido dejarlo todo arreglado, sobre todo por Guillem, mi hijo», explica.

«Si me quedaba calva, compraba pañuelos estupendos… A cada problema, una solución»

Por eso, «fui al notario e hice testamento y nombré un tutor legal del niño por si a mi marido le ocurriera algo». Dejó escrito «cómo quería mi entierro: una ceremonia religiosa sencilla y que las cenizas se lancen a la playa del Fortí en Vinaròs, donde me crié». «Una parte muy pequeña, porque eso no es legal», aclara con un sentido del humor a prueba de tumores.

«Soy feliz», sonríe. ¿Teme la recaída? «Cada vez que voy a pasar la ITV, la revisión cada tres meses, se activa el miedo». Controlado, pero miedo. Por ella, por Carlos, y, sobre todo, por Guillem, de 7 años. «Lo peor es pensar que si te vas dejas al niño pequeño», confiesa emocionada. Y su voz se funde a un intenso silencio.



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