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Amys Nápoles: De Cuba a la cima de la Belleza en Estados Unidos

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Amys Nápoles Ochoa: De Cuba a la cima de la Belleza en Estados Unidos

Amys Nápoles Ochoa, una joven cubana de 18 años, ha realizado un sueño que parecía inalcanzable cuando vivía en la Isla. Su historia es un ejemplo de perseverancia y determinación, que la llevó a convertirse en la reina del Miss Teen Universe Arizona, en Estados Unidos.

Cuando Amys llegó a tierras estadounidenses en 2021, nunca imaginó que un año después estaría sosteniendo la corona de un prestigioso certamen de belleza. Su victoria la dejó sin palabras, y en su perfil de Instagram expresó su asombro y gratitud: 

“No puedo creer que el sueño de mi yo de nueve años se esté haciendo realidad. Hace un año estaba en Cuba pidiéndole a Dios la oportunidad de hacer mis sueños realidad y lamentablemente tuve que dejar toda una vida atrás para alcanzarlos”.

Amys no olvida sus raíces cubanas y es consciente de las dificultades que enfrentan muchos en su país natal. Promete no rendirse hasta que su voz sea escuchada globalmente.

La joven se ha esforzado incansablemente para lograr sus metas desde pequeña. En una entrevista para Telemundo 51, reveló que practicaba modelaje en su casa frente a su madre, preparándose para el momento en que pudiera perseguir sus sueños. Su historia de éxito, desde Cuba hasta la cima de la belleza en Estados Unidos, es un recordatorio de que los sueños pueden hacerse realidad con determinación y trabajo duro.





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Aspas, Bamba, Rafa Marín y la belleza detrás del gol más ‘tonto’ de la temporada

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Jonás Pérez

El Celta de Vigo no imaginaba que el primer gol de la temporada en Balaídos llegaría de esta forma. Ni siquiera su gente, que lo celebró, pero como aquel gol que nunca quieres celebrar. El tanto ‘tonto’ de la temporada también ofreció la cara más afable del fútbol. Hasta en errores así hay belleza en el deporte. Rozando el minuto 35 de encuentro, el Alavés tocaba plácidamente el balón desde atrás. Entonces, Rafa Marín cedió atrás hacia la posición de Sivera… O la que creía que era su posición. El portero estaba fuera de sitio y, pese a que esprintó para tratar de evitar que el balón acabase dentro de la portería, no lo logró.

Sivera acabó enredado en la red, tumbado, cariacontecido, sabiendo que el gol les podía salir muy caro. Unos metros más allá, Rafa Marín agachaba la cabeza y lamentaba lo sucedido. Un desentendimiento para el que no se requiere buscar culpables, sino asumir que también es parte del deporte. No todo iban a ser golazos. Tras unos instantes de perplejidad y celebración, Iago Aspas y Bamba se acercaron rápidamente a la posición de Rafa Marín, le abrazaron y le animaron a continuar como si nada hubiese pasado.

Guevara también fue a hablar con su compañero e insistirle en que había que continuar jugando, que no pasaba nada. Balaídos tampoco hizo sangre con el central, que hasta entonces estaba realizando una buena actuación. De hecho, el partido viajaba por la neutralidad. En el duelo 200 de Benítez a los mandos, apostó por Larsen (tocado) y por Ristic en el once inicial. Luis García Plaza le contrarrestó con el talentoso Hagi y dando cancha a Samu en punta de ataque.

Precisamente el cedido por el Atlético de Madrid fue el gran protagonista del arranque del encuentro con una potente zancada que solo pudo detener Iván Villar. Mingueza, tras una gran jugada de Bamba, pudo adelantar también a los suyos. El lateral aporta atrás y adelante y ya ha dejado atrás aquella fama que le perseguía en su etapa como jugador del Barcelona. El extremo, por el contrario, va ganándose poco a poco estatus, con agresividad por banda y tratando siempre de encarar a su defensor.

El duelo de alto voltaje obligó precisamente a Mingueza a salvar un disparo de Hagi. Aunque el Alavés tenía las oportunidades más claras, en realidad el Celta mandaba en triangulación. Hasta que llegó el primer tanto de la 23-24 en Balaídos, uno que nadie imaginaba. Quizás ni lo quería. Con ventaja local en el electrónico, Samu se echó de nuevo el equipo a la espalda y regaló un gol a Rebbach. Solo la mano salvadora de Iván Villar evitó que llegasen las tablas.

En definitiva, el fútbol es fútbol y 90 minutos pueden diluirse por solo una desafortunada acción que perseguirá a Rafa Marín y Sivera las próximas semanas. En manos de ellos y del club está olvidarlo y restarle importancia. Quien esté libre de pecado que tire la primera piedra. Mirada baja, pero camino en el horizonte. Hasta Aspas y Bamba se lo hicieron saber. Cuando el deporte cae, las personas relucen. El gol tonto de la temporada también nos deja el mejor gesto.

Jonás Pérez

Jonás
Pérez
es
un
periodista
todoterreno
en
Relevo.
Graduado
en
Periodismo
y
Comunicación
Audiovisual
por
la
URJC,
se
curtió
en
información
local
en
M21,
la
radio
del
Ayuntamiento
de
Madrid



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La reacción de Miguel Russo ante la foto viral de dos jugadores de Central en un salón de belleza en la previa del clásico con Newell’s

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Miguel Russo Habló De La Foto Que Se Viralizó De Sus Jugadores En La Previa Del Clásico Rosario Central-newell’s

La imagen de los colombianos Dannovi Quiñones y Jaminton Campaz de Rosario Central recorrió rápidamente el mundo de las redes sociales y se volvió viral. Sin embargo, no se trató de un festejo de gol a lo Cristiano Ronaldo como acostumbra hacer el Bicho Campaz ni mucho menos alguna acción de juego del mediocampista que haya que destacar. Lo que causó furor fue la foto de ambos en un centro de belleza en Rosario.

Por supuesto que esto provocó aún más revuelo por tratarse en las vísperas del clásico de la ciudad ante Newell’s, este sábado desde las 16:30 por la fecha 7 de la Copa de la Liga. Y uno de los que se refirió a este suceso fue el propio entrenador del Canalla Miguel Ángel Russo, quien además de analizar el gran choque no esquivó el tema y con tono risueño buscó minimizarlo.

“Primero, no conocen a los colombianos. Son cosas naturales. Encima le sacan una foto y hoy les pregunte y le cobraron. Peor todavía”, fue la ocurrencia del entrenador de 67 años, en una sala de prensa donde predominaban las carcajadas. Jaminton Campaz es una de las figuras indiscutidas del equipo, con seis goles y siete asistencias en 31 encuentros. Por su parte, Dannovi Quiñones recientemente llegado de Once Caldas, suma apenas un puñado de minutos.

La foto de Campaz y Quiñonez en un salón de belleza antes del clásico Rosario Central Newell’s

“Si vos vivís en Colombia y conoces la mentalidad de los colombianos y la forma bastante bien están acá eh. Comparado otras situaciones y otras formas, al contrario, estoy muy contento con los dos. Son cosas naturales de alguien que no conoce al país, la ciudad y se dejan llevar por otro tipo de situaciones que no son naturales y normales. Pero bueno, yo ayer hablé con ellos, les venía explicando pero a nosotros no nos modifica nada”, agregó Russo, quien optó no opinar cómo les quedaron las uñas a sus pupilos, siempre acompañado de su particular sonrisa.

Antes de dar por terminado este tema, Russo reconoció que él sí por vivir en la ciudad y conocer cómo se vive la pasión del fútbol en país, toma ciertos recaudos que pueden causarle una sensación extraña a los hinchas: “Ellos se han acostumbrado mucho a la ciudad, se han acomodado permanentemente a todo lo que significa y escuchan que es Central. Yo en mi caso, pido disculpas que anoche tenía un evento y me quedé, un evento natural y sano, pero no me gusta ir y le pido disculpas a mi amigo por no haber estado ayer en la que presentación de un vino”.

Y cerró: “Yo conozco la ciudad, tengo experiencia y vivo acá. Hablamos de eso que no son cosas malas, pero todo el mundo lo toma de una manera no natural. Tenemos que mirar los fondos de las cuestiones y las maneras naturales, de gente de otro país que están muy acomodados a lo que nosotros le pedimos”.

Rosario Central se prepara para el clásico de la ciudad ante Newell’s, este sábado en el Gigante de Arroyito (Foto Baires Deportes)

Así se prepara Rosario Central para recibir a Newell’s.

Miguel Ángel Russo aguarda la evolución del zaguero uruguayo Facundo Mallo, quien sufrió un desgarro en la derrota como visitante de Colón y está en duda para el clásico del sábado. El montevideano de 28 años sufrió una lesión muscular de grado 2 en los isquiosurales del muslo derecho, a raíz de la cual debió ser reemplazado por Juan Cruz Komar a los 26 minutos del primer tiempo. El marcador central quedó automáticamente fuera de los partidos contra Independiente y Gimnasia, pero la gran duda de Russo y del mundo Central es saber si podrá recuperarse esta semana para jugar el clásico. Russo esperará a Mallo toda la semana, pero en caso de que el defensor no esté apto para jugar su lugar sería ocupado por Juan Cruz Komar o por Facundo Agüero.

El técnico canalla preservó contra Gimnasia al zaguero Carlos Quintana, quien terminó con molestias musculares en los dos últimos partidos, y estuvo en el banco de suplentes pero no entró. Otra alternativa de Russo es la inclusión del ex zaguero de Boca Agustín Sández, quien jugó de marcador lateral izquierdo contra Gimnasia. En caso de que Mallo no llegue, una alternativa es que jueguen Quintana y Sández, aunque Russo no sería partidario de poner dos zagueros zurdos.

En tanto, el volante ofensivo Ignacio Malcorra, quien sufrió una contractura en el sóleo por la que salió a los 20 minutos del primer tiempo del empate con Independiente, no jugó contra Gimnasia, pero se recuperaría para el clásico. Descartado el volante ofensivo Lautaro Giaccone, quien sufrió el desprendimiento total del tendón del aductor izquierdo, Russo evalúa el ingreso de Maximiliano Lovera. De esta manera, un probable equipo para el clásico sería con Jorge Broun; Damián Martínez, Facundo Mallo o Juan Cruz Komar, Carlos Quintana, Alan Rodríguez; Agustín Toledo, Tomás O’Connor; Maximiliano Lovera, Ignacio Malcorra, Jaminton Campaz; y Tobías Cervera.



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Juan Villoro: “La belleza es la superación del dolor. La belleza es el alivio ante un mundo imperfecto”

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El escritor mexicano Juan Villoro y algunas de las obras y artistas clave en su vida: el libro ‘De perfil’, de José Agustín, pinturas de Turner, los Beatles, el semidesierto de San Luis Potosí y la película ‘Ladrón de bicicletas’, de De Sica, en la serie Autorretrato artístico de un escritor/a, de WMagazín.

Autorretrato artístico de un escritor/a: Juan Villoro

“Para mí todo empieza con la lectura. Para dedicarte a la escritura primero tienes que dedicarte a descubrir el placer de ser lector. En mi caso, esto llegó bastante tarde. Mis padres tenían libros en casa, no eran objetos extraños para mí, en el sentido de que formaban parte del mobiliario. Libros de filosofía e historia, los de mi padre; o de psicología los de mi padre. Algunos clásicos de la literatura. No eran libros para niños. En aquella época, en México, había pocas obras de este corte para los niños. Tampoco había un hábito muy común de acercar a los niños a las lecturas que tuvieran que ver con ellos. Sí leí algún libro de Julio Verne, o en la escuela Corazón: diario de un niño, de Edmundo de Amicis, libro lacrimógeno que hace sufrir muchísimo y, naturalmente, yo sufrí para aprobar la materia. No pensé que alguien leyera eso por gusto.

Luego pasé por el obligado expediente de entrar en contacto con un clásico. Uno de los grandes errores de nuestra educación, en nuestro idioma, ha sido que se pone, demasiado pronto, a lectores que no están capacitados para entender la dimensión de otra época, en contacto con épocas maravillosa, pero demasiado ajenas a la experiencia de los niños. A los doce años yo recibí el encontronazo del Mio Cid, una obra maravillosa de la lengua, pionera en la narrativa del idioma, pero me dieron en la escuela un ejemplar que no estaba adaptado para niños y me pareció una extravagancia enorme la de enfrentar ese mundo esforzado de la escritura en un lenguaje antiguo, a tal grado que llegué a pensar que todos los autores eran personas muertas. No concebí la idea de que la literatura formara parte de mi experiencia contemporánea.

No fue hasta las vacaciones previas al bachillerato cuando un amigo llegó con un libro que acababa de leer. Una novela del escritor mexicano José Agustín Ramírez, escrita en primera persona que se llama De perfil. Trata de la vida de un adolescente en Ciudad de México que se encuentra justo en las vacaciones previas al bachillerato. Es decir, el momento en el que yo estaba, y la ciudad donde vivía se vio reflejada en esta novela. Lo cual hizo que yo tuviera una especie de lectura en espejo y me incorporara de inmediato al mundo del protagonista de De perfil. No tiene nombre y, naturalmente, yo pensé que no lo tenía porque era yo. Me vi reflejado en la historia. Esto no solo me cautivó al revelarme que la literatura estaba hecha de materia viva, que podía incluir mi cotidianidad, sino que me dio una vocación y una determinación. Me hizo sentir que mis días sin rumbo, mi horizonte carente de toda brújula que yo tenía entonces, porque no sabía cómo enfrentar la amistad, el amor, la vocación, tantos ritos de paso de la adolescencia, podía ser extraordinariamente divertido o apasionante si yo sabía narrarlo.

Fue como encontrar no solo el sentido de un oficio, sino el sentido de una existencia. Suena grandilocuente, pero yo tuve una infancia bastante melancólica: era particularmente tímido, sensible, lo cual significa ser débil. No era de esas personas que se enfrentan en el patio del colegio y se vuelven populares. Tú sabes que, en América Latina, por desgracia, el verdadero currículum de la escuela no se gana en el aula sino en el patio donde se impone una ley machista, muchas veces, y yo fracasaba en esto. Entonces, encontrar una representación de la realidad que podía justificarme me hizo sentir que la vida valía la pena. Y valía porque mejoraba al ser escrita.

Así empecé con 15 años. Ese es el gran descubrimiento de la lectura y de la escritura. Que ocurren de manera simultánea en mí. Pertenezco a la franja más inculta de todos los escritores que ha habido porque había leído un libro, verdaderamente, por gusto y ya quise escribir otro. Naturalmente tuve que ir leyendo muchas cosas a troche y moche. Encontré un taller literario gratuito en la Universidad Nacional, que daba un escritor ecuatoriano llamado Miguel Donoso Paredes. Nosotros le debemos muchísimo a los latinoamericanos y paisanos tuyos, desde Porfirio Barba Jacob, hasta Álvaro Mutis, García Márquez y Fernando Vallejo, que han transformado nuestra literatura, y este escritor ecuatoriano me acogió en su taller siendo yo muy joven.

Después de leer De perfil escribí un cuento, y con ese solitario ejemplo de mi escritura fui al taller. El maestro me preguntó cuántos cuentos había escrito, sorprendido de que llegara alguien tan joven. Y yo, para hacerme el prolífico, le dije que dos. Me pidió que se los llevara a la siguiente sesión. Escribí a toda velocidad un segundo cuento, que fue malísimo, pero el primero que había escrito con mayor impulso y de una manera más genuina le gustó. A él le pareció que ese primer cuento era el segundo y me dijo: ‘Se nota que este lo escribiste después, que ya te vas superando’, pero la verdad era al revés. Porque el segundo cuento, que para el maestro fue el primero, fue precipitado, demagógico, sobre unos mineros, yo estaba empezando a tener unas lecturas marxistas, en fin. Un desastre, pero el maestro me aceptó en el taller y ahí empezó mi trayectoria.

La belleza

Mi primer acercamiento a la belleza, no tengo la menor duda, es el rostro de mi madre. Lo cual me convierte en alguien absolutamente edípico. Era una mujer muy bella yo crecí con ella. Mi padre se fue de casa cuando yo era bastante chico, a los nueve años, pero ese primer rostro para mí es como el de una Madonna renacentista.

Otro impacto muy grande, y que para mí ha sido muy importante a lo largo de la vida, es el paisaje de semidesértico de México. Ese primer recuerdo es de cuando tenía unos seis años. Creo que todos nosotros tenemos un paisaje sentimental. Algo que te cala hondo, y cuando ves algo de manera parecida te conmueve de manera muy grande.

Una parte de mi familia viene de San Luis Potosí, se dedicaban a producir Mezcal. Cuando yo era niño iba de vacaciones a una hacienda en el desierto de San Luis. Mucha gente piensa que el desierto es exclusivamente la arena y un vacío. Pero pocas cosas son tan abigarradas, pobladas y ricas como el desierto de cactáceas que, además, se asocia mucho con lo mexicano: los nopales, los magueyes, todas las distintas variedades de las cactáceas. Este impacto de la vida congelada, árboles que no se mueven, árboles detenidos, como una especie de escultura vegetal. El tiempo hierático. Además, las cactáceas florecen una sola vez. Un lugar animado por perdices, codornices, coyotes, liebres, animales del desierto. Me ha pasado, al ir a un jardín botánico, en distintos lugares del mundo, al entrar al invernadero de las cactáceas sentir un impacto brutal. Y una de mis grandes emociones es combinar esto con la música.

Un amigo grabó todos los nocturnos de Chopin. Un día tomé la carretera nueva de Ciudad de México a Guajaca, y como esa carretera era bastante reciente, no atraviesa pueblos, sino que para ahorrar tiempo atraviesa el desierto que es de cactáceas. Y puse en el coche la grabación de Chopin con ese paisaje que para mí es la belleza vegetal máxima por entrañable, porque la siento propia. A veces te conmueve más lo que es tuyo. Dice Pessoa, en uno de sus heterónimos, ese poeta bucólico llamado Alberto Caeiro, más o menos así: El tajo es más bello que el río que corre por de mi pueblo / Pero el Tajo no es más bello que el río que corre por mi pueblo / Porque el Tajo no es el río que corre por mi pueblo… / Sus aguas van al mar y han salido los navegantes a conquistar el mundo…’. Hay un tipo de belleza que asumes como propia.

La belleza es la superación del dolor. Cualquier cosa que nos redima del dolor nos da belleza. La belleza es alivio ante un mundo imperfecto.

 

La pintura

Mi contacto con la pintura surgió de una manera muy curiosa: mi padre fumaba cigarros Raleigh sin filtro y los encendía con unos cerillos llamados Clásicos. Y se llamaban así porque tenía la reproducción de una obra maestra de la pintura. Imagínate lo que era eso: estamos hablando de una cajetilla apenas mayor que una estampilla de correos y con una calidad de impresión infame, pero ahí conocí a Turner, a Monet, a Picasso, a todos los pintores clásicos, y los empecé a coleccionar. Hice una pinacoteca totalmente desenfocada de pintura clásica. Recuerdo, por ejemplo, que uno de mis pintores favoritos, Turner, que de por sí tiene esos paisajes muy difuminados, generalmente, tormentas marinas, ahí era una mancha borrosa que yo trataba de descifrar, pero me parecía cautivador. Recuerdo, también, un cuadro de Aníbal cruzando los Alpes a lomos de un elefante. Eso se ha quedado muy impregnado. En una de mis novelas, La tierra de la gran promesa, el protagonista también encuentra la pasión por la pintura en estos cerillos.

 

La música

Yo soy rehén de la música de rock. Mis padres se fueron a vivir a Guadalajara cuando yo era pequeño porque mi padre daba clases en esa universidad. Uno de mis primeros recuerdos, con unos dos años, es cuando mi madre me llevó al parque Alcalde, donde había una rockola y ponían música de rock and roll, de Elvis Presley, etcétera. Eso fue lo primero que escuché, y, dice mi madre, que me gustó. Luego en Ciudad de México, el impacto esencial de los Beatles y la contracultura fueron importantísimos para mí. Yo crecí al compás de los Rolling Stones, los Beatles… Todavía me sé de memoria los teléfonos de las estaciones de radio a las que hablaba para pedir canciones: 5211878 Radio Éxitos, 246590 La pantera de juventud. Entonces yo hablaba para pedir canciones de Led Zeppelin y grupos que me gustaban.

Me volví un fanático total de la música. No tenía suficiente oído para tocarla, pero el primer trabajo que tuve escribiendo fue en 1977, en un programa que se llamó El lado oscuro de la Luna, como el famoso disco de Pink Floyd, que ahora está cumpliendo cincuenta años. Escogimos este nombre porque queríamos presentar un tipo de rock que no estaba en las frecuencias comerciales. Nuestro eslogan era ‘La región desconocida de la música de rock’. Hubo un diálogo muy fecundo con la música de rock porque lo que pretendía el programa era tratar de mostrar cuál era el contexto y las razones por las que los grupos componían lo que componían, qué decían las letras de sus canciones, darle contenido narrativo a la música.

En la música, una de las cosas que cambiaron mucho en los años sesenta y setenta era que el rock estaba asociado a la contracultura, era una forma de comportamiento social: no bastaba con escuchar a los grupos, había que vivir conforme a lo que decían los grupos. Los compositores eran evangelistas que estaban transformando. Los Beatles compusieron en 1967 la canción She’s Leaving Home, Ella se va de casa, que trata de una chica que abandona a sus padres y busca su camino. Bastó que los Beatles cantaran esta canción para que millones de chicas se fueran de su casa. Los Beatles se fueron a la India a buscar nuevos mensajes y de inmediato la gente se interesó en la India. Había cambios de comportamiento que tenían que ver con dejarte el pelo largo, asumir una moda psicodélica, hablar de forma diferente, amar con otras causas y razones. Todo este manual de instrucciones que representaba la música fue importantísimo para transformar la vida de una generación, incluida la mía.

Creo que el principal cambio social es que tarde o temprano la música de rock, la contracultura, se fueron mediatizando y convirtiendo en una expresión comercial y artística, las dos cosas. Hoy en día hay muchísimas variantes de la música pop, entre ellos el rock heredero de aquellos grupos de entonces, pero no es tan inmediata la relación entre escuchar una música y cambiar una forma de vida. Por supuesto, hay gente que sigue influyendo de manera masiva a sus escuchas, tanto en la salsa como en la cumbia, el reguetón, el flamenco y las nuevas fusiones. Pero esa transformación que vivieron las tribus urbanas en los años sesenta y setenta, que luego se potenció en nuestro idioma, sobre todo con el rock en español, abanderado por Argentina, fue grande.

 

El cine

Con el cine me he llevado muy bien, en principio como un entretenimiento. Me encantaron películas como ¡Hatari!, de cacería, situada en África, con John Wayne. Una película entusiasmante sobre personas que iban a cazar animales no para matarlos, sino para los zoológicos. Otra es El tigre de bengala o El Perro salvaje, de Walt Disney. Estas películas me gustaban más que las de dibujos animados.

Ese fue el inicio del cine como espectáculo. Luego descubrí que existían los cine clubes. Y, curiosamente, el más importante de todos, estaba en manos de un sacerdote dominico, fray Julián Pablos. Era muy amigo de Luis Buñuel, que fue un eminente hereje; pero de qué te sirve ser hereje si no tienes un oponente. Entonces, uno de sus mejores amigos era un sacerdote para pelearse a gusto con él. Incluso se quedó con las cenizas de Buñuel. Fue su asistente en varios proyectos, y tenía un gusto cinematográfico excelso.

En el centro cultural de los dominicos hacía una curaduría impecable de cine de autor de los años sesenta. Ahí vimos a Vittorio de Sica, a Fellini, a Pasolini, a Antonioni, a Godard, a Truffau, a Buñuel, a muchísimos. Me cautivó el cine. Incluso, en una época, pensé estudiar cine. Me alcancé a inscribir en una escuela de cine en Italia, y aquí en México en la Academia Dante Alighieri para estudiar italiano, porque yo quería ser guionista y había una escuela que estaba asociada con los estudios de Cinecittà, en Roma, donde estudió García Márquez, porque su ídolo era Cesare Zavattini, el gran guionista de Vittorio De Sica. Pero era muy caro el viaje, a mis padres les pareció absurdo porque yo apenas tenía como 18 años y no querían que me fuera tan joven a Italia.

Fui mucho tiempo gran aficionado al cine de autor. A medida que el cine retorna a ser ante todo un espectáculo escasean los autores con propuestas tan interesantes como las que hubo en aquellos años. Pero me mantengo como un aficionado, ya no como un cinéfilo empedernido. Pero esta novela que mencionaba, La tierra de la gran promesa, está protagonizada por un cineasta y el título proviene de una película de Andrzej Wajda, que era la que se estaba exhibiendo cuando se incendió la Cineteca Nacional, en 1982. De modo que ha habido un continuo diálogo con el cine.

Mi película favorita, por escoger una, es Ladrón de bicicletas, de De Sica. Y si tuviera que escoger otra sería El ángel exterminador, de Buñuel”.

***

En cambio, el baile no es lo suyo. En ese momento aparece el Juan Villoro más sincero, divertido, irónico, narrador y con el que ofrece su mejor autorretrato de cómo afronta la vida:

“En Colombia la música y el baile son una religión. Tuve una novia colombiana a la que quise mucho y a la que puse en vergüenza numerosas veces. Algunos amigos colombianos me dijeron que yo bailaba la salsa como si fuera una marcha escocesa; y, tristemente, tenían razón. Soy pésimo para bailar, me encanta que otros bailen, pero hay algo peligroso: Me gusta bailar, me gusta bailar mal, pero necesito de la tolerancia de alguien que me siga el juego y me perdone que no sea yo buen bailarín”.

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