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Versos de amor

Algunas palabras sobre Cuentos completos de Leopoldo María Panero

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Llega la edición definitiva de los relatos de Leopoldo María Panero. Llega desde Páginas de Espuma, supervisada por el catedrático Túa Blesa. El camino de la niebla donde se cruzan los muertos, el camino que hoy vamos a transitar, en el que os vamos a llevar por la planta perdida de Motel Margot. Hablemos de habitaciones compartidas, de números prohibidos.

«Mondragón y las Islas Canarias. Palomas muertas en Astorga. En Ponferrada arrancan piedras del castillo para construir el estadio de fútbol de la Ponferradina. Bajo la autovía a una librería de lance. Oscuro profesor de instituto que escribe y escribe en sus grises horas libres una obra monumental. Ahí, con bermudas y camisa de manga corta, gordo, demasiado gordo, con una bolsa de basura llena de cadáveres de palomas. La locura del poeta no alcanzaba a la cuenta corriente. La convulsión en los placeres era una manera de vivir, de respirar. Ya no había arriba ni abajo, solo humo y cocacola. O leche. Abandonado el coñac y la ginebra, la baba que destila el poeta tiene más de pasado que de presente».

La edición (la segunda edición, en realidad)  de En lugar del hijo  y la Matemática Demente de Lewis Carrol. Todo suma. El opositor de provincias utilizando la memoria de Alicia para llegar a algún lugar.

Vuelvo a ello: verano de 2017. No quería ir muy lejos. Me llevé “El desencanto” en un usb. La primera noche en Astorga nos sentamos a verla. En la misma calle donde estaba la casa de los Panero. Era la sexta o séptima vez que veía aquella película. Para llegar al apartamento pasamos justo por delante del jardín. El jardín de Michi, Juan Luis y Felicidad. Cargado de maletas. Pierdo la dignidad en el estío. La historia de mi abuela partiendo con eficacia el cuello de los conejos. En Zuera. También aquella historia de la camada de cachorros que lleva mi abuela al río en una caja para ahogarlos. Pero les hace unos agujeros para que respiren camino del patíbulo. Ahogados en el río, pero con aire puro en el camino. Veíamos Netflix y veíamos el Desencanto. En un momento dado, Michi Panero, el hombre que casi se hizo famoso después de morir por una canción de Nacho Vegas, le pregunta a su madre, a Felicidad Blanc: el porqué de esos minutos de cortesía para los perritos antes de ser sacrificados.

Toda la vida adjudicando un comportamiento psicótico, cainita y rural a mi abuela, en Zuera, allí donde el río se confunde. Mezclaba a mi familia materna con los Panero. Se lo conté a mi mujer. Pero no le dio mucha importancia. Astorga nos estaba narcotizando a los dos. La primera tarde, justo después de visitar la Catedral, unos minutos antes de cenar viendo la Catedral en la terraza del apartamento, encontré dos palomas muertas en el suelo, en el suelo de la terraza del apartamento de Astorga: mi mujer me hizo coger dos bolsas de basura, una para agarrar los cadáveres y otra para guardarlos. Pensé en hacer una broma y agujerear una de las bolsas en honor a mi abuela y a Felicidad Blanc. No lo hice. Eso sí, tengo la fotografía, gordo, muy gordo, en pantalones cortos, con una bolsa de basura con dos palomas muertas junto a la Catedral de Astorga, en la misma calle donde se rodó “El desencanto”.

Algunas canciones (y después seguimos)

En el libro del profesor de instituto gris que había escrito sobre la familia Panero había una de esas casualidades que alimentan a los muertos: siempre hay casualidades en la vida del interino. Los padres de los hermanos Panero, Leopoldo Panero y Felicidad Blanc habían pasado dos noches en los balneario de Jaraba y Alhama de Aragón durante su viaje de novios. Así que para poder llegar desde Madrid, desde el Ministerio donde el poeta Leopoldo Panero trabajaba, tuvieron que desviase y pasar por Ateca, por el lugar donde yo vivo, donde yo vivía, donde yo era un profesor de instituto gris. Destino balsámico. ¿Pudo ser concebido Juan Luis Panero el día que atravesaron mi pueblo, el pueblo de mi mujer, camino de los balnearios?

Los hermanos Panero se reparten la vida de los hombres: cuando uno es joven le vuelve loco el maldito Leopoldo María, el morbo de Michi Panero, su saber estar en los treinta, te atrapa un poco más adelante, canalla y crápula. Cuando uno alcanza la mitad de su vida o, al menos, la ve de lejos, se queda con los silencios, los espejos y la gabardina de Juan Luis, el último favorito entre los hermanos Panero.

Leopoldo María Panero y Luis Felipe Alegre en Zaragoza. Va más allá del teatro. Es la vida, es la muerte. Panero y Luis Felipe en el Sopa de Letras. Mirando, Sergio Algora, con su primer libro, Envolver en humo. La pipa de crack. Abraza la ginebra para que la noche no tuviera inflamación por las lágrimas. Colirioángeles para el primer ángel. Monstruo divino en el abismo del líquido. El líquido aguado por el tiempo es menos veneno. En el Bonanza, en el Sopa de Letras, la sed amenaza con salir de sus bocas y rellenar los vasos.

En Zaragoza pasa tiempo con la poetisa Juliana Barba Embún. Les copio aquí una pequeña biografía, recopilada e imaginada por el escritor Ricardo Díez Pellejero:

«Juliana Barba Embún nació en Morés el catorce de julio de 1968. Por eso, a pesar de no haber podido estar en París aquel célebre mayo, se sintió siempre afrancesada. Lectora muy precoz, desde la más tierna infancia declaró que su Santísima Trinidad la formaban Alejandra Pizarnik, Antonin Artaud y Baruch Spinoza, pilares referenciales de su extensísima obra inédita. Debemos de considerar a Barba como una autora teórica y como la gran poeta aragonesa, estando dividida su obra en 7 volúmenes homónimos: Blanca y vacía (I – VII), el primero de los cuales lo ideó ya a la temprana edad de 15 años, estando fechado el último de ellos en 2009, año de su supuesto fallecimiento. Resulta ineludible destacar que Juliana rehusó llevar al papel la más mínima parte de sus siete nutridas obras que, por lo demás, sólo existieron en su colosal memoria. Algunos afortunados tuvimos la suerte de escucharla (las más de las veces vestida al estilo pessoiano y siempre con corbata, gafas y bigote) en míticos bares de Zaragoza como el “Sopa de Letras” (donde también pudimos escuchar a Leopoldo María Panero), “El Interferencias”, “El Bacharach”, “La Gruta” o el “El Bonanza”.

Luego volveremos a Guinda. Antes el pop. Me equivoco con Deseo de ser piel roja. El tema de 091 no tiene nada que ver con Panero. Es un relato de Kafka. Lapido está más cerca de Fernando Arrabal con su disco de 1984, “Cementerio de automóviles”. En la fiesta de la condesa morfina están todos invitados: llega el disco de spoken word de Bunbury, Carlos Ann y Bruno Galino (y Ponce, claro). Me vuelvo loco con Peter Punk. Compraré en mayo de 2023 el integral de las aventuras de Peter Pank. Sandinista, The Clash, Lorca y Strummer, volvemos a Granada. Barcelona y Huesca. En Huesca Peter Punk se repite en mis sueños. En la revista Zona de Obras hay un adelanto del disco. Un cedé dedicado a la literatura y el rock. El Hombre Burbuja.

Me piden un cuento para una revista. Es una guía urbana de Zaragoza. Muy elegante. Hablo de mitos que nunca existieron en la ciudad. En Zaragoza. Una súcubo llamada Vasordie, nombre civil Vanessa Ríos. Copio aquí algunos fragmentos del cuento/diario: 16 de Marzo de 1979 “He conocido a un escritor, un poeta. Se llama Ángel Guinda y sus ojos se han enfilado sobre mí al borde del delirio. Hemos bebido ginebra durante horas y al final el tabaco negro nos quemaba tanto la garganta que usábamos hielo humedecido en alcohol para calmar los dolores del parto lúbrico que hemos compartido. La fiesta era un sitio nuevo, “El ángel azul”, es una cava neblinosa y cargante cerca del Teatro Principal”. 8 de Marzo de 1983 “Leopoldo ha vuelto a marcharse. Ha desaparecido de un día para otro. Ángel no sabe por dónde andará esta vez. “Su carta escrita con vino a Leopoldo María Panero”, que apareció hace unos días en el Heraldo de Aragón, ha suscitado mucha polémica. Cuando salimos de El Brujas es ya muy tarde. El Puente de los Gitanos se sostiene sobre el río. El agua corre opaca, me recuerda el primero de los accesos al infierno. He bebido mucho, he fumado demasiada resina y estoy tan mareada que termino vomitando en un portal. Extraño a Leopoldo. Extraño la manera en la que me embriagaba con sus efluvios. No sabía distinguirme entre sus recuerdos y me llamaba mamá o papá e intenta cambiar mi sexo por una flauta de madera. Extraño su deliciosa piel opiácea. No volverá más. Tengo que volver a los adolescentes. Aunque sé que nunca envejeceré cuando que me miro en el espejo me veo cada vez más vieja”.

El cuento se cierra con este poema de Leopoldo María Panero:

“Los labios de los hombres
dicen que la mujer es bella
y mienten.
Sin embargo tú eres bella como de la mujer
dicen los libros y las leyendas
y pensé en besarte al amparo de la muerte
única segura compañera
y eyaculé sangre pensando que me amabas.
Hoy de aquella Zaragoza que la amistad nombró
sólo queda
sobre la mesa un ejemplar sin vida
de «vida ávida» de Ángel Guinda
y unas voces que oigo en las pesadillas.”

Un monográfico sobre Vida Ávida de Ángel Guinda y la época en Aragón Radio-La Torre de Babel

La historia definitiva junto a Leopoldo María Panero es esta: Escribí Comparando medicaciones (siempre me pareció un título estupendo) y lo que queda de la conversación (y una firma). Huesca, Periferias 2004. La noche que Víctor Coyote estuvo a punto de darme un abrigo de hostias.

El hombre que mató a Leopoldo María Panero, el hombre que cree ser Leopoldo María Panero, el hombre que nos ha engañado a todos durante años haciéndonos creer que es Leopoldo María Panero. Boca abierta, si miras dentro puedes ver los demonios. Ninguno trata de escapar, todos se encuentran demasiado cómodos en su interior. “¿Azazel?” le pregunto
Azazel y Legión son dos de los pocos demonios que no he incluido en mi último libro de poemas. Tratado sobre esquizofrenia. Han pasado varios días y pienso que necesitamos al loco para estar seguros de que nosotros somos los cuerdos. Como cuando alguien te pregunta si el baúl es grande, la pena larga, la piña sabrosa…comparado con qué… ¿cuerdos? ¿Comparados con quién?

Vuelvo sobre lo mismo. ¿Cuánto hace que este esquizoide se hace pasar por el impostor que ya había eliminado antes por la sutil técnica del electroshock a Leopoldo María Panero?
¿Eres masón, Leopoldo? Filomasón. Javier Bardém y su hermano son masones, llevan meses los enfermeros del manicomio de Gran Canaria tratando de secuestrarlos. Lorca fue asesinado por la república. Necesitaban un mártir –los rojos no tienen a Cristo, matan a sus ídolos por envidia, como los padres de un niño judío que le dejan regalos junto a la cama la noche de reyes- La masonería catalana fue fundada por un vasco […], nombre ininteligible, intraducible, como los dioses cósmicos de Lovecraft. ¿Qué grado tiene Leopoldo? Grado 33. He escapado del sanatorio, los enfermeros tratan de volverme loco y yo hago lo mismo con ellos. Me deshacen la cama, la cama que ellos mismos han hecho. Ahora el vasco ha comprado todos los McDonalds del mundo. Se ha escondido de los enfermeros. Es una pena porque no puede disfrutar de su dinero.

[En Gran Canaria una mujer asesina a su sobrino y se presenta frente al juez con una bolsa que contiene la cabeza del chico. Con ella en la mano trata de demostrar su inocencia].Suena NO WOMAN NO CRY en el hilo musical del restaurante desierto. Apolo en la esquina de una calle de Huesca. Comemos solos. Un hombre gordo entra en los baños al principio de la conversación y puedo jurar que tres horas más tarde no ha salido. Ectoplasma, benzoacepina. Eso pone nervioso a Panero. Dos mujeres más también entran en los baños. Pero ellas sí que salen. NO WOMAN NO CRY, la feminidad, de lo femenino.

Los malos escritores son delincuentes, ellos lo saben, deberían estar en la cárcel. Encerrados. Llamo con el móvil a Sergio, está de camino al Garbanzo Rock para tocar con la Costa Brava. Tendría que haberle pasado mi libro. Ya no más cocacola light, dejé de contar a partir de la decimoséptima. Le comento al enfermero si no le va a sentar mal… Leopoldo no ha tomado la medicación para estar más lúcido en la conferencia. Dualidad. El tabaco que fuma vale a un euro el paquete. Bull. Red. Deseo de ser piel roja. Mi mejor libro sigue siendo Así se fundó Carnaby Street. Es del que estoy más orgulloso.

Panero no entiende de rockandroll, aunque muchos líricos de lo maldito aúllen malas imitaciones suyas subidos a un escenario. Bunbury es muy guapo. Me ha dado un cheque de 750 euros, pero seguro que me debe más dinero. Es un cheque cruzado, sólo admito de esos. Pura, como la heroína que no le ha matado tras años de consumo, así es la poesía de Panero, libre de los lastres que los rapsodas y sus canciones han colgado de los versos de los demás. (PANERO NUNCA CONSUMIÓ HEROÍNA)

hablar con Panero, escucharle más bien, es como tratar de seguir a un extranjero que habla rápido. Si entiendes su idioma sólo captas retazos. Salta al italiano para hablar de Pavese. No me gusta como narrador, aunque sí la forma en la que os engañó a todos haciendo que pensarais que había muerto. Arrabal no me gusta, me dio plantón en París cuando yo aún no era famoso. Cuando gastaba hasta el último franco en comprar la bollería más exquisita en las mejores panaderías del barrio latino para luego mojar los cruasans en charcos en mitad de la calle y devorarlos con rabia. Edgar Allan Poe escribió un relato sobre su editor. Le robaba dinero de sus libros. Lo entiendo todo, no estoy sordo, no hables con extraños, todos por el camino encontramos a nadie. Scott Fitzgerald– el del Gran Gatsby, el de Hermosos y Malditos– llevaba a su mujer a las reuniones con los editores, con los productores que publicarían sus libros o sacarían adelante los guiones. Todo el mundo sabía que tenía la señora Fitzgerald entre las piernas.

Y siento envidia porque Silvia capta su atención de manera más intensa. Homosexual, homosexual, recuerdo cuando ya ha pasado el momento de no sentir celos. Se come sus mejillones. Los mejillones con patatas fritas son un plato belga, salía en un tebeo de Asterix.
»

«Me echaron de Crónicas Marcianas por mearme en los pantalones. No me dejaron levantarme… cosas del directo. Estuve muchos años con ellos, con Sardá, hablando por la radio, me escuchaba toda España. El rey es un bedel y el príncipe su conserje. Me gustaría volver a Crónicas Marcianas. ¿Cuánto dices que pagan, Nacho? -me llamo Octavio.-Me lo pasaba muy bien en Crónicas Marcianas. El Desencanto no me gusta, Prefiero veinte años después… es en color. La heroína es mi droga favorita. La he tomado mucho. Escribí un libro sobre ella. Algo sobre el chupar un limón, la llama azul…»

Leopoldo deja de beber cocacola y se pasa a la fanta limón. Yo llevo tres carajillos de whisky. Se levanta al baño. Vuelve del baño. El enfermero le ayuda a buscar la luz. El enfermero le ha prohibido fumar en la cama. Se levanta al baño, el enfermero le ayuda a buscar la luz. Poco a poco la camisa se sale del pantalón, como un potro que se desboca tan lentamente que no nos damos cuenta de que se nos va de las manos. Cuenta chistes sobre subnormales, sobre pagar la cuenta, sobre locos. Hola, ¿tú llamas a la radio, verdad? Algunas veces. Y cómo dices que te llamas, dices que te llamas Nacho ¿no?

“Están todos los discípulos y Jesús en la última cena y al acabar Jesús dice: ¿nos hacemos unas rayas? Así, uno a uno se preparan las lonchitas y se las meten. El último es Cristo. Se hace la rula y dice: dentro de unas horas alguien de entre vosotros me va a traicionar… a lo que Judas contesta: Ostias Jesús, cada vez que le das al perico te pones de un paranoico…” Panero Dixit.

“¿Y tú cómo te llamas? Nacho, ¿no?” “Me llamo de muchas maneras, Leo Camaleón, Nacho si me lo llama el hombre que se hace pasar por… pero prefiero Octavio. Es el que más le gusta a mi MADRE”. Panero, por primera vez en las últimas tres horas calla, agacha la cabeza como un anciano que se ha portado mal, enciende otro cigarrillo o lo apaga en una ceremonia que ya se confunde. MADRE MADRE MADRE. Le expliqué a Sánchez Dragó qué era el sol, cómo los grandes cabalistas avisan del advenimiento, cada cierto tiempo de un gran maestro en el guetto judío de Praga. Él nacerá con un regalo dorado, el conocimiento del nombre de Dios, insuflará con él la vida al Golem. Edgar Allan Poe escribió un relato sobre su editor. Le robaba dinero de sus libros. Se acabó el cd, there are no new songs.

Después de la comida y el café Panero y su enfermero se fueron al hotel. Silvia y yo compramos una botella de Marqués de Cáceres y traté de explicarle la diferencia entre los problemas del poeta con su padre y los que tenía con su madre. Silvia, mientras trasegábamos la botella, me dijo que lo compulsivo del beber cocacolas, el tabaco o la necesidad de mear eran propio de la oralidad perenne en este tipo de trastornos. Dormí siesta, soñé con Peter Punk unos segundos, lo suficiente para sentirme ridículo por lo mitómano de mi comportamiento. Seguimos hablando al despertarnos y cuando llegamos a la charla el calor era insoportable, la gente se había concentrado en el Aula Magna del Matadero para ver a un mono de feria. Por la noche, mientras veía a Víctor Coyote, Ismael Grasa coincidió conmigo…»ni uno solo de esos tipos se habrá comprado nunca un libro suyo”. Que les jodan, que les jodan a todos… que se vayan al circo a ver a Ángel Cristo comido por los leones como un cristiano fuera de época.

Cuando Javier Carnicer y Justo Bagüeste presentaron su disco Lijas, había un tema que no estaba incluido en los textos del poemario Caja de Lijas. Se llamaba Flor de Ceniza. Estaba dedicada a la memoria de Leopoldo María Panero.

Hace un tiempo, cuando me llegó el libro Toma de tierra de Bruno Galindo, volví a resumir aquellos momentos: El programa ha desaparecido de la base de datos de Aragón Radio. ¿Dónde está el Rey Trueno, Bruno? La iconografía de la Santa Muerte y las figuras bootleg de los tianguis son más postmodernas que la los monstruos de jeringa y no wave neoyorquina o la idea de un campeón de la NBA como Spencer Haywood fumando crack mientras Imán comienza un romance con David Bowie. En la página 43 aparece Enrique Bunbury. Un sms. Como una carta enviada en una botella por el Atlántico. El proyecto de Panero. En el Festival de Periferias de 2004 una ex-novia, que era la psiquiatra encargada de controlar la estancia de Leopoldo María Panero, me invitó a comer con él. La historia es larga, demasiado para esta reseña, que es una carta, una carta para ti, no para Panero. La canción es Peter Punk, que aparecía en una mixtape dedicada a Rock y Literatura en Zona de Obras. Me quedé dormido por el vino después del almuerzo. Soñé con la canción. Cómo se puede soñar con una canción. Llamé a Sergio Algora, le dije que estaba comiendo con Leopoldo María Panero. Panero me firmó una antología de Ediciones Libertarias. Bebía cocacola y usaba una cuerda como cinturón. Todo el mundo le debía dinero. Enrique Bunbury era bellísimo. Eso lo repitió varias veces. En La Paloma vi un espectáculo de canción de amor, un punk-rocker elegante. Desde un palco, Miqui Puig presentaba Casualidades. El mejor lugar del mundo, el mejor instante del Universo.

Un abrazo para Javier Aquilué, Luis Lles, Ismael Grasa, Servando Carvallar, Juanjo Javierre, Luis Felipe Alegre y a Silvia Lou, claro.





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Versos de amor

Cinco años, tres manuscritos – Zenda

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Patricia Almarcegui ha escrito una carta de amor a Menorca e Irán a través de una novela en la que dos mujeres, una de cada uno de esos lugares, coinciden en un hotel abandonado que ha sido ocupado. Las dos protagonistas de Las vidas que no viví descubrirán enseguida que, pese a sus orígenes diferentes, tiene muchas cosas en común.

En este making of Patricia Almarcegui cuenta el origen de Las vidas que no viví (Candaya).

***

El trabajo de mi tercera novela, Las vidas que no viví, ha sido largo. Empezó hace cinco años y ha dado lugar a tres manuscritos. Posiblemente, ha sido el libro que más dudas me ha generado. El origen arranca con una treintena de entrevistas a mujeres de nacionalidades y tres generaciones diversas. A todas les pregunté lo mismo: en qué situaciones laborales, sentimentales, familiares, etc. se habían sentido en inferioridad de condiciones respecto a los hombres. Desde el principio supe que no quería hacer una compilación de entrevistas ni un libro de no ficción. Cómo crear unas voces que pudieran transmitir la intensidad de lo que me habían contado y de lo que quería contar.

Usé la misma poética de mi penúltimo libro, el fragmento: me permitía trabajar más el lenguaje y buscar un tono de mayor intensidad

Hice una lista de los acontecimientos y acciones que habían surgido en las entrevistas y luego creé tres voces. Una mujer de Barcelona, otra de Yazd y una tercera de Tokio. Era el primer manuscrito y las voces se alternaban. Se titulaba La herida. Más tarde decidí que la japonesa (una actriz de veinte años) desapareciera. Quedaron Pari (iraní de 75 años, que se ha mantenido desde el comienzo) y Anna. No sé cuándo decidí que ella sería menorquina, pero eso, creo, ha sido uno de los encuentros del libro. He vivido los últimos diez años en la isla, los lugares pueden llegar a determinar y generar los relatos, y encontrar una voz para ella tendría que ver también con mi experiencia aquí. Irán y Menorca son los sitios de mis afectos de los últimos años.

Usé la misma poética de mi penúltimo libro, el fragmento: me permitía trabajar más el lenguaje y buscar un tono de mayor intensidad. Había acontecimientos que obligatoriamente tendrían que tener una extensión más grande: el aborto, la excursión al faro, el préstamo y la peluquería. Los hechos, en definitiva, que van trazando las vidas que viven y que no viven las dos protagonistas. Y mientras, se colaron mis otros intereses y obsesiones de estos años: la maternidad, el derecho a la vivienda, la gentrificación, el turismo y lo que hoy se denomina la liternatura (travel writing), a través del huerto y el jardín. Espacios en los que crecen las protagonistas y que las definen, y que permiten además ir desplegando multitud de cuestiones que tienen que ver con la naturaleza y el paisaje en la actualidad, dos espacios que deben redefinirse en plena crisis climática.

Luego están las imágenes sensitivas, el ritmo de palabras y sintagmas, los puntos y aparte y la forma de la página, el lenguaje poético, todo aquello que puede devolver el tiempo real de los acontecimientos que se cuentan Anna, Pari, Menorca e Irán

A Anna y Pari las imaginé en una larga conversación y, a medida que hablaban de Irán y Menorca, surgió una escritura a medias mítica a medias cronística que en el último manuscrito decidí que fuera una tercera voz. La única que hablaría en tercera persona, frente a la primera de ellas. Las tres voces se alternarían, y dividí la novela en tres partes. Surgieron catástrofes naturales, naufragios, conquistas y revoluciones. Circunstancias no elegidas por los menorquines e iraníes pero que han configurado sus vidas y destinos y son, algunas, casi desconocidas. A veces también se han deslizado frases, versos, ideas de las deudas artísticas de estos cinco años: Nizami, Beauvoir, Farrojzad, Hafez, Panahi, Rubio i Tuduri.

Luego están las imágenes sensitivas, el ritmo de palabras y sintagmas, los puntos y aparte y la forma de la página, el lenguaje poético, todo aquello que puede devolver el tiempo real de los acontecimientos que se cuentan Anna, Pari, Menorca e Irán. Como esas frases sueltas que pertenecen a algunas de las entrevistas de las mujeres pero podrían ser versos de Hafez y que, al igual que en su poesía, no se resuelven, pero denuncian y restituyen lo que sintieron, y flotan en la página como un mensaje a veces iniciático y a veces de alarma. “De qué tiene memoria este jardín”.

—————————————

Autora: Patricia Almarcegui. Título: Las vidas que no viví. Editorial: Candaya. Venta: Todostuslibros, Amazon, Fnac y Casa del Libro.


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Versos de amor

10 libros ilustrados para arrancar con buen pie lector el nuevo curso

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La personalísima nueva obra de Manuel Marsol, cargada de poesía y preguntas existenciales, o una de las historias de las Metamorfosis de Ovidio —obra en la que el propio Ovidio manifiesta toda su experiencia acumulada basada en una amplia tradición elegíaca, lírica y trágica— recuperada por Irene Vallejo. Además, merece la pena disfrutar de un álbum construido a base de redundancias que se convierte en un trabalenguas lector; del “Se acabó” de una madre harta de cargar con todas las tareas domésticas y de un álbum informativo para los amantes de los perros…

Las editoriales de literatura infantil y juvenil lanzan en el mes de diciembre un buen catálogo de novedades coincidiendo con la vuelta al cole. Esta es una selección de 10 libros ilustrados de reciente publicación con los que arrancar el curso lector. Títulos perfectos para jóvenes lectores a partir de los 3 años.

El dramaturgo y escritor de literatura infantil y juvenil Juan Arjona juega con las palabras en este hilarante libro construido a base de redundancias que invita a ser leído en voz alta, uniéndose con la voz al juego —casi un trabalenguas— que propone el autor sevillano. Las coloridas y expresivas ilustraciones de Enrique Quevedo, repletas de detalles y personajes tan estrambóticos como el texto de Arjona, son el complemento perfecto para un álbum que, como escribía la escritora argentina y gestora cultural Mariana Sández en las páginas de ‘Una casa llena de gente’, demuestra que “la literatura es un cubo mágico, es todos los juegos en un juego”.

Escrito a partir de versos hexasílabos, este cuento de buenas noches arrulla con su ritmo y con la belleza y la nostalgia que siempre despiertan las ilustraciones de Concha Pasamar, una autora dueña de un trazo, un lenguaje poético y un universo muy personales y que, muchas veces, interpela y emociona al público adulto tanto o más que a los niños. Este libro es una invitación a viajar por el mundo de los sueños, ese universo onírico donde todo es posible; y, sobre todo, es un bello homenaje a esas rutinas llenas de historias y ternura —siempre y cuando no ganen la partida las prisas, el estrés y el cansancio— con las que las madres (afortunadamente, también, cada vez más los padres) han acompañado a sus hijos cada noche a las puertas del sueño.

El reconocible estilo narrativo de José Carlos Andrés sobrevuela esta tierna historia protagonizada por un ratón de biblioteca —de librería, en este caso— que descubre, gracias a una amable librera, que leer y escuchar historias alimenta mucho más que comerse las páginas de un libro. Katharina Sieg ilustra con calidez este sentido homenaje a la literatura como alimento del alma —con guiño incluido a un clásico de la literatura infantil— y a todos esos libreros y libreras que acercan con su encomiable trabajo cada libro a su lector.

Corría el año 1986 cuando el autor inglés Anthony Browne publicó este álbum ilustrado adelantado a su tiempo y que, pese a los cambios sociales acontecidos en las últimas décadas, mantiene aún toda su vigencia. Ahora, con traducción de Sandra Senra Gómez, llega a España este manifiesto feminista para repensar las relaciones familiares y el desigual reparto que en muchos hogares sigue existiendo de las tareas domésticas, asumidas mayoritariamente por mujeres que, como la madre de la historia de Browne, si decidiesen parar, entonar un “se acabó” y desaparecer harían colapsar muchos ecosistemas familiares (y a los personajes machistas que los habitan).

Qué difícil resulta a veces inventarse una historia para niños y niñas en estos tiempos de moralismo exacerbado. Qué difícil hacerlo, además, sin caer en clichés clásicos de la literatura infantil (el príncipe, la princesa, el dragón, la bruja). Mucho más cuando se tiene por público a una niña tan exigente y con tanta conciencia feminista como la que protagoniza este álbum de Davide Calì. Las divertidas ilustraciones de Anna Aparicio Català dan un subidón de color a un libro que invita a ser leído interpretando dos voces distintas (la del padre y la de la hija). Arranca una sonrisa en la primera página que ya no te abandona hasta su redonda escena final.

En estos tiempos de consejeros delegados, ‘social media managers’, ‘influencers’ y tantas profesiones aún por inventar que dominarán el mundo laboral en las próximas décadas, Juan Scaltier invita a hacer un paseo por sugerentes y poéticos oficios olvidados en esta original propuesta de estética ‘vintage’ que desprende aroma a nostalgia. Una suerte de bestiario de profesiones en el que tienen cabida curiosos trabajos como el de vendedor de humo, buzo de mar de dudas, cosechador de piedras o deshollinador de pesadillas. Las ilustraciones de Álex Falcón ayudan a crear una atmósfera digna de tesoro literario antiguo.

La narradora y escritora de literatura infantil Inma Muñoz hará reflexionar con este título a los pequeños lectores sobre la prisa que siempre se tiene de niño por hacerse mayor… para luego, llegada la adultez, descubrir que no era para tanto y pasarse la vida añorando el paraíso perdido de la infancia. Esa lección la aprende el pequeño protagonista de esta trepidante historia, ilustrada por el trazo inconfundible de Gustavo Roldán Gatevach, que de golpe y porrazo —y sin esperarlo— se verá viviendo la vida soñada e idealizada de los adultos.

La legión de niñas y niños amantes de los perros (y los adultos también) son el público objetivo de este precioso álbum ilustrado que, partiendo de una historia personal (la adopción de una perrita, ‘Jo’, por parte de la ilustradora Elena Bulay), se acaba convirtiendo en casi una enciclopedia sobre el llamado mejor amigo del hombre. Además de anécdotas personales, en sus páginas se encuentran un sinfín de curiosidades sobre estos animales y toda la información necesaria para cuidar a los canes de manera respetuosa e intentar ser en el mejor amigo que puedan tener.

Qué atractiva es siempre la mitología y qué hermosas sus leyendas cuando te las cuentan con la sensibilidad y la belleza con las que lo hace Irene Vallejo. Ella versiona en este libro ilustrado la apasionada historia de amor de Ceix y Alcione que, según narró Ovidio en las ‘Metamorfosis’, se esconde tras el surgimiento del martín pescador. Vallejo da forma en ‘La leyenda de las mareas mansas’ a un relato poético, luminoso y lleno de esperanza —pese a la tragedia que lo recorre— que alcanza otra dimensión gracias a las bellísimas ilustraciones y acuarelas de Lina Vila. Un libro ilustrado para ser leído en solitario o compartido con igual entusiasmo en voz alta con los más pequeños de la casa.

Manuel Marsol, uno de los autores españoles de álbumes ilustrados más reconocidos internacionalmente, empezó a concebir este título en 2013. Una década después llega a las librerías este personalísimo y emotivo álbum con múltiples capas de lectura —más indicado quizás para el ojo y el goce adulto—, cargado de poesía y preguntas existenciales y filosóficas sobre el paso del tiempo y la fugacidad de la vida. En sus páginas, el autor madrileño homenajea a su padre, fallecido cuando él apenas contaba 11 años, con una bella alegoría sobre el duelo y el amor imborrable de un hijo por su padre.

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Versos de amor

Donde mora la poesía

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De nuevo no cabía un alfiler. Adeptos y neófitos perseveran en ir a escuchar la poesía que hogaño se desgrana en Granada. El pasado miércoles la nostalgia, en forma de homenaje, enredó sus zarcillos entre los añosos cipreses de la Casa de los Tiros. Se recordaba aquella Granada de los ochenta y el manifiesto titulado ‘La otra sentimentalidad’.

La presentación de Gerardo Rodríguez Salas, bien redactada y pulcramente leída, plasmó historias, definió conceptos y asignó quehaceres. Antes, Fernando Egea, delegado territorial de Turismo y Cultura (el orden no debe demeritar a la postrera), había improvisado la bienvenida a todos como buen anfitrión.

En las palabras de Gerardo, y los comentarios de sus compañeras, ya quedaron bien enroscadas las dos ruedas sobre las que discurriría el carro de la noche: Juan Carlos Rodríguez como teórico de aquella corriente poética y la mujer como autora, olvidada y recuperada.

Dejando a un lado este énfasis repetitivo sobre la mujer artista, secularmente ninguneada por los hombres, verdad tan evidente como manipulable, ante la mesa se sentaron tres poetas de nuestra ciudad, con mucha experiencia sobre sus hombros y ricos poemarios entre sus manos. Gerardo, con su breve prosa descriptiva, y las dos protagonistas de la noche: Teresa Gómez y Ángeles Mora. A su alrededor, el expectante público en media luna, que musitó alguna interjección de agrado al final de ciertos poemas.

Teresa y Ángeles vivieron aquella ‘otra sentimentalidad’, cuando aún eran estudiantes. Su álbum conjunto de recuerdos nos lo abrieron para mostrarnos su amistad, desde los bancos de la Facultad, desde su encuentro con Juan Carlos, desde su deslumbramiento por aquel Moisés de impertérrito sobrero, que ayudó a tantos en la travesía del desierto. Juan Carlos, el mesías, el profeta, por muchos ya canonizado, volvió a la vida gracias a las reiteradas citas de ambas discípulas, y de poemas en los que asomaba la palabra peregrinar.

Noches como esta, pero en los ochenta, cuando la esperanza andaba por las calles de Granada

Recuerdos. Noches como esta, pero de aquellos inviernos crudos de los ochenta, cuando la esperanza andaba por las calles de Granada, y de España, y los poetas se reunían en los trasnoches de La Tertulia. De allí se evaporó un átomo de tristeza que no sólo impregnó la obra de Javier Egea sino la de algunos poemas leídos por ellas ante los cipreses negros.

Casi todos los poemas escorados hacia la seriedad, por suerte sin naufragar en la autocompasión. Con la única excepción de aquel ‘príncipe azul’ de Ángeles, que despertó una de las pocas sonrisas de la noche.

Unos pocos versos seductores de nuestra memoria, lo demás un fondo de nubes y claros con dos mujeres asomadas.

Muchos poemas en primera persona. El yo que se apropia de amaneceres y de objetos cotidianos, para remendar viejos o nuevos jirones con el inefable pespunte de la palabra. Dos almas ahítas de silencios. Poemas, los de ambas, cortos, de casi un minuto, con más homogeneidad que intentos de experimentación. Menos mal. Ningún poema muchísimo mejor que los demás, si acaso aquel puente de Teresa o aquella remembranza de amor y desamor de Ángeles, cuya lectura le quebró la voz y le humedeció los ojos. Agua. Agua empapando de vida y de melancolía las páginas de ambas. Agua nombrada por sendas bocas como lluvia, la invitada mansa y perlada de la noche. Lluvia aún ausente en aquel crepúsculo cual estrambote para el último miércoles de un estío seco, tórrido y sin poesía.



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